sábado, 1 de julio de 2017

El medievo que viene


La ignorancia es una mala consejera y cuando vemos en el caso de la neumonía atípica, sin saber qué produce el mal, cómo se transmite, ni cómo se cura, vemos hacer declaraciones diciendo que “el asunto está controlado”, y al par echar la culpa del contagio —sin tener una base cierta— a verduras, perros o pájaros y sacrificar a estos últimos inocentes animales, tenemos un atisbo de porqué en el medievo se quemaba a la gente sin razones ciertas y se calificaba de brujo apto para la hoguera —por un “quítame allá esa epidemia”— a cualquier persona normal que no tenía que ver nada con el asunto.
Las constantes de la humanidad han sido las mismas siempre y ante lo desconocido, por un miedo irracional, hacemos las cosas más peregrinas. No vale aquí el lógico razonamiento de que más muertes produce una simple epidemia de gripe, o el tráfico en la carretera, porque la ignorancia en la que nos movemos seguirá señalando a “responsables” posiblemente inocentes, a los que se sacrificará, de uno u otro modo, en aras de esa misma ignorancia de la que ¡Dios nos libre!
Hablaba yo de esto con mi amigo Belvedere, que es un gran pensador, y me señalaba el peligro del “medievo que se avecina”. Según él, la humanidad va camino de otra época en la que la ignorancia se volverá a enseñorear de la masa aunque en esta ocasión esta ignorancia la provocará el exceso de conocimientos de una minoría, la que siempre ha manejado a los otros. Dice mi amigo que estamos en el dintel de la época de los cerebros electrónicos, de las máquinas pensantes. Un atisbo con el que me ponía ejemplo, es el de los niños que aprenden las reglas elementales: sumar, restar, multiplicar, extraer raíces, etc… apretando los botones de una calculadora y esperando el resultado, pero sin saber exactamente lo que hacen. Las máquinas cerebrales se multiplicarán a todos los niveles y la gran masa, sólo sabrá apretar botones, porque habrá sólo unos cuantos cerebros que conocerán el proceso íntegro, los demás no… ¿Y qué pasaría si las pilas que mueven esos cerebros faltan, o si el hombre masa se queda aislado de los que los fabrican?... ¿Tendrán que volver a comenzar como Robinson Crusoe desde su isla de ignorancia en la que sólo le enseñaron a apretar botones?
Piensen en ello y vean que no es tan descaminada su idea.
Diario HOY, 24 de mayo de 1981

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