martes, 18 de julio de 2017

El sueño de las estatuas


Yo no sé si por eso de que los cacereños, particular y corporativamente, hemos estado continuamente “sin que nos llegue la sal al agua”, o dicho de otro modo, hemos antepuesto lo del “primun vivere” a lo del filosofar, no hemos prestado nunca mucha atención a la ornamentación de nuestra ciudad. No digo que no haya alguna pero es poca y hasta cicatera, y son escasísimas las estatuas ornamentales que poseemos, máxime habiéndose dado el caso de tener en Extremadura grandes escultores —considerados algunos de ellos como los mejores de España—, como es el caso de Comendador —muerto recientemente— y de Ávalos, vivo aún y convertido hace unos días en académico de número de la recién nacida “Real de Extremadura”. La verdad es que nos ha importado “un pito” la ornamentación de nuestras calles o plazas, quizás por aquello de que el vivir de cada día nos ha sido aún más difícil aquí que en otras poblaciones. Pero así y todo, es lástima que esta constante siga para las dos capitales extremeñas —porque Badajoz, con algunas más, tampoco anda sobrado de estos símbolos— cuando tenemos antepasados que sobradamente merecieron que su efigie, para recuerdo de las generaciones posteriores, fuera “eternizada” en la piedra o en el bronce.
Tomando pie de esto recuerdo yo que un viejo profesor de mi tiempo, que vivió y desarrolló su obra en Cáceres, aunque él era cordobés de nacimiento, don Miguel Ángel Orti Belmonte, nos habló del sueño que él tuvo para ornamentar el “frontis” del actual Ayuntamiento, poniendo una estatua ante cada una de las pilastras de sus cinco arcos de entrada. Todas sobre plintos iguales, aunque los materiales de ellas fueran muy distintos. Decía él, en aquel entonces, que el bello edificio que es nuestro Ayuntamiento quedaría más completo y más ornamental con este simple aditamento. Por cierto, hay algo que desconocemos muchos cacereños, y es que ese edificio al menos en su escalinata y su parte de piedra, fue construido por un maestro cantero de Gerona que se llamó Narciso Puig y que fue antepasado del Narciso Puig que nosotros hemos conocido —nuestro llorado compañero en prensa y eminente periodista recientemente muerto—. Pero volviendo al sueño del profesor, diremos que él pensaba que entre las estatuas a poner deberían figurar: la “Ceres”, por Roma; Alfonso IX, el rey conquistador; Isabel la Católica, que fue la que formó nuestro Concejo; Pizarro, como homenaje a los conquistadores de la provincia, pudiéndose completar las dos pilastras que restan con estatuas de San Pedro de Alcántara y San Jorge. Esta era su idea, que bien pensada, no hubiera estado mal.
Diario HOY, 27 de octubre de 1981

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