sábado, 8 de julio de 2017

En defensa de la democracia y la convivencia

Lo que más indigna a la gente es el daño gratuito, porque es el que no tiene justificación alguna.
No quiere decir esto que el daño justificado sea bueno, sino que a juicio de la mayoría, y en conciencia, debe tener menos “pena” que el que se hace por el simple deseo de destrozar sin provecho. Puede que en este segundo caso haya un instinto atávico del ser humano a hacer mal y destrozar porque “así se siente más importante”, eso que en los juegos infantiles se suscita cuando tras de hacer o construir algo se vuelve a destruir diciendo: “yo que lo he hecho, me aprovecho”. Pero todavía en este caso se destruye la propia obra y no la ajena, con lo que aun remotamente hay alguna justificación. Donde no puede haberla es en el destrozar lo que es obra de todos: estatuas, jardines, ornamentaciones, etc…
No hace mucho han ocurrido dos lamentables sucesos, uno el que un huertano ha pegado un tiro (cosa excesiva) a otro que le robaba las brevas de una higuera. No podemos justificar al ladrón pero, de haber realizado el robo, lo hubiera hecho en beneficio de su estómago porque se hubiera comido las brevas si no se las amargan esos inoportunos perdigones del dueño.
El segundo caso tiene mejor justificación. Nos referimos al destrozo que del teatrillo de la Plaza de San Jorge se ha hecho por un grupo de gamberros sin beneficio para ellos y con perjuicio para todos y para la cultura que a través de ese teatrillo se trata de inculcar al pueblo. El destrozo es vandálico y no tiene justificación ninguna, como lo fue el del crucero que adornaba el “Potro de Santa Clara”. Por lo dicho, es oportuna la decisión del alcalde de Cáceres de crear una “Patrulla antigamberros” que contundentemente de el trato merecido a las otras “patrullas” de gamberros que hoy por hoy campean a sus anchas por todo Cáceres. Pero esto no debe quedar sólo en buenos deseos sino ponerse ya a actuar en ello, porque los males pueden resolverse cuando se inician y no cuando han arraigado tanto que es más difícil su erradicación. Las democracias hay que defenderlas así, con uñas y dientes, y con mejores y más contundentes métodos que los que los gamberros puedan utilizar.
Existe el inconveniente de que luego los gamberros serán el hijo de don fulano o el de don mengano… pero si esto detiene al alcalde y la Corporación, serán ellos los que falten a sus deberes, a los deberes para los que todos los hemos elegido.
Diario HOY, 12 de julio de 1981

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