Una madre de familia nos refería, angustiada, los tremendos apuros que
pasó el jueves cuando, en unión de sus hijos e hijas, veía el segundo programa
de Televisión Española, concretamente el espacio titulado “Entre dos luces”,
que se emite sobre las 20,30 horas, o sea, las ocho y media de la tarde, hora
en la que muchos niños, adolescentes y jóvenes en general están viendo el
programa.
No vamos a entrar en pormenores, pero en general se refirió a lo que
el diccionario denomina bestialidad, pero no en la acepción de brutalidad o
irracionalidad, sino en la del “pecado de lujuria cometido con una bestia”,
dando toda clase de detalles de los apareamientos sexuales entre humanos y
animales, y aun con los objetos más extraños que pueden imaginarse, pero
descendiendo a los detalles más groseros que uno pueda pensar, hasta el punto
de avergonzar a la escucha que, asombrada de lo que oía y veía, no reaccionó en
muchos casos cerrando el receptor, o bien, si eran niños o jóvenes los que lo
veía y oían —sin estar presentes sus padres, cosa que es lógica a esas horas—
se lo “tragaron” de cabo a rabo interpretándolo a su modo y manera, recibiendo
un daño a nuestro modo de ver irreparable porque la imaginación en esa edad
inmadura cuela y aquello estimulaba no ya un vuelo, sino un viaje
interplanetario en muchos casos sin retorno.
“Yo no sabía qué hacer —no confesaba la señora— porque muchas cosas de
las que explicaron yo las desconocía y todo mi afán era hablar para distraer la
atención de mis hijos de la pequeña pantalla, sin llegar a conseguirlo hasta
que por las buenas cerré el receptor.”
Nos explicaba la reacción de sus hijos y la serie de preguntas que le
hicieron sobre lo visto, a lo que no podía quitar importancia, porque la tenía,
ni podía dar una explicación de ese “asalto a la moralidad familiar que se
permitió, sin más aviso, la pequeña pantalla”.
No nos consideramos pacatos y hasta pensamos que esos temas, con la
escucha precisa a la que no pueda hacer daño, pueden tratarse, pero no
indiscriminadamente y cuando se sabe por la hora —8,30 de la tarde—, que la
escucha es infantil o juvenil y el tema abordado puede hacerles más daño que
beneficio.
Y no insistimos más en el tema, que tiene mucho en lo que se puede insistir,
pero creemos que TVE ha elegido un camino equivocado.
Diario HOY, 30 de mayo de 1981
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