sábado, 29 de julio de 2017

La escoba


Yo no sé si ustedes recuerdan la canción titulada “La escoba”, que se cantó no hace mucho y que comenzaba con la estrofa “Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería”. Pues bien, el Ayuntamiento va a iniciar una campaña de mentalización escolar sobre limpieza, en la que sí es cierto que va a proporcionar escobas a los escolares que, voluntariamente, quieran unirse a ella y no para que se líen a escobazos con los que sigan ensuciando las calles, aunque algunos lo merecen, sino para que ayuden en su humilde pero importante labor a los barrenderos y nos mentalicen a todos en el sentido de tener más limpia la ciudad.
Cumplidamente les informamos hoy de los puntos que está campaña va a tener, por lo que no insistimos más en ella, pero sí nos sirve de base para decir que estos intentos de mentalización son siempre positivos, y recordar algunos llevados a cabo por anteriores ayuntamientos, sin que ello parezca nostalgia de pasado, sino más bien recoger de lo que ya es historia o que ella tuvo de positivo.
Entre los alcaldes que más preocupación tuvo por la limpieza figura don Alfonso Díaz de Bustamante, al que ya en más de una ocasión hemos recordado por otros aspectos positivos de su gestión, pero en ésta llegó a tanto que, popularmente, llegó a concedérsele como “Alfonso I, el Blanqueador”, ya que su preocupación se inició con el enfaldegado de la calle Caleros y de otras muchas calles cacereñas. Fue el que dotó de papeleras —adaptadas a su entorno— a la ciudad monumental y tuvo tal preocupación por la limpieza que era él el primero que daba ejemplo. A cuenta de esto, que muchos estimaban como manía, podemos contar la siguiente anécdota que presenciamos: Se esperaba en la plaza de Santa María, para un acto que iba a tenerse en la Concatedral y, como era lógico, las autoridades de aquel entonces “echaron el cigarro” en la puerta. Una de estas autoridades, creo que militar, arrojó el paquete de cigarrillos vacío al suelo y, como el alcalde no tenía mucha confianza con él, en vez de recriminárselo lo que hizo fue agacharse, tomar el paquete y llevarlo a una papelera próxima. Ni que decir tiene que aquello fue una lección, no sólo para el mílite, sino para todos los que presenciamos la escena… Pues bien, lecciones de este tipo son las que todos los cacereños debemos estar dispuestos a dar si es que queremos que la campaña que ahora se inicia sea efectiva, El ejemplo es, desde luego, la mejor mentalización.
Diario HOY, 14 de enero de 1982

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