lunes, 17 de julio de 2017

La investidura y el sueño de los sabios


Aunque en la “Letanía a nuestro señor don Quijote”, Rubén Darío dijera aquello de “… horribles blasfemias, de las Academias, líbranos Señor”, tengo que confesar que yo tengo un gran respeto a las academias y entre todas las sesiones públicas que ha hecho la Academia de Extremadura para investir a sus miembros para mí han sido “artículo de fe”, por lo menos de fe en el futuro de Extremadura. No sé exactamente qué podrá hacer la Academia por nuestra región, pero confío —con una fe infantil si ustedes quieren— en que sea mucho. Al fin y al cabo es la nuestra y, como en otras regiones existen otros Ateneos de sabios, los que ha elegido y va a elegir la nuestra para mí tienen de antemano el lógico respeto que merecen y lejos de mi ánimo está el ofender a cualquiera de ellos… Pero como la experiencia de actos que llevo reseñando desde hace más de veinte años me ha hecho ver que muchos sabios, sin quererlo ellos, se duermen, quizá porque el peso “no ya de la púrpura”, sino del saber, es grande, y estas jornadas van precedidas de vigilias en las que se ha dormido mal, todo ello me aconseja el que para la próxima investidura de uno de los nuevos académicos extremeños, cual es la de mi buen amigo Juan de Ávalos, que se anuncia para el domingo próximo, me permita —sin ánimo de ofender a nadie— darle unos consejos para evitar lo que sucedió en la investidura anterior, quizá por imprevisiones de este tipo y por no llamar a las cosas por su nombre.
Querido Juan: Sé breve y rápido en tu discurso de investidura. Si puedes hacerlo ruidoso, mejor que mejor, y sobre todo —y ello no es tratar de remover aguas pasadas que pasadas están—, si puedes, antes de entrar, haz que los académicos e invitados se tomen (aunque sea disimulada por el café u otra bebida) algunas “simpatinas” o píldoras espabilantes, que sobre esto de las marcas no debe haber empacho. Hay que evitar que alguien se duerma, y conste que tengo un gran respeto por el sueño de los sabios; pero el pueblo —ese que no sabe de nada, pero entre los que me cuento— no acabaría entendiendo y volvería a suceder lo que en la sesión anterior. Yo puedo decirte que sentí “vergüenza ajena” y no quiero que vuelva a sucederme… El consejo está dado y que suceda lo que Dios quiera.
Diario HOY, 22 de octubre de 1981

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.