sábado, 8 de julio de 2017

La “ley” de los gitanos


Cuando muchas veces se habla de discriminación y racismo se suelen equivocar los términos. No vamos a remontarnos a ejemplos internacionales como ese de los judíos que, habiendo padecido una tremenda e injusta persecución en la Alemania nazi, vuelven a caer en ocasiones en realizar lo que ellos tanto han criticado. Vamos a referirnos a algo más próximo como es la integración del pueblo gitano en las diversas sociedades donde se mueve.
Muchos de los payos que se rasgan las vestiduras y luchan por la integración del pueblo gitano en nuestra sociedad actual desconocen quizás que posiblemente culpa de lo que les ocurre, o parte de esa culpa, la tiene el propio pueblo gitano. Por no ir más lejos, aquí en Cáceres, se ha dado el caso de que algún miembro de familias gitanas, gente estimada y trabajadora, sin más ni más, han dejado su puesto de trabajo, han “levantado el campo” sin muchas explicaciones y se han marchado a un punto alejado sin decir las razones. En alguna ocasión la explicación ha sido: “Es que ha habido un delito de sangre con otra familia de mi raza y tenemos que marcharnos…” ¿Qué ha pasado aquí? Bien, la explicación es bien sencilla: El pueblo gitano como tal acata las leyes de la sociedad en que vive mientras estas leyes no van en contra de la “ley oral y tradicional” por la que él se rige, que sigue siendo el “ojo por ojo y diente por diente”. Puede haber ocurrido que, infortunadamente y sin intención, el miembro de una de las familias en un accidente de tráfico ha matado —sin querer, claro— al de otra familia; pues bien, la única solución según sus leyes es que la familia perjudicada tome venganza matando a un miembro de la otra familia. Ellos reconocen lo injusto de esta ley, pero te dicen: “Nuestra ley es así y no tenemos más remedio que acatarla.” El gitano puede casarse por la iglesia y por las leyes civiles que rigen en la sociedad donde está enquistado, pero el matrimonio para él no será válido mientras no haya realizado los antiguos ritos tradicionales de su raza. Y así es todo.
Yo podría contarles cómo una familia gitana, con luto reciente, trataba de comprar discos en un establecimiento y decían al empleado: “Pónganos ése”, al par que salían corriendo hasta la puerta de la calle, porque si lo oían desde dentro “estaban pecando” contra su tradición del luto. Esta tradición ha sido su ley y su fuerza, y mientras con ella sigan no podrá decirse que los demás los discriminan, sino que se discriminan ellos. Creemos que este es un punto de meditación para los payos que defiendes sus causas.
Diario HOY, 15 de julio de 1981

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