(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Ahora están de moda los encapuchados y así, unos amenazan a los
colonos de Talayuela, otros a la mujer del alcalde de Toledo o bien intervienen
en otros lances más o menos políticos e interesados. Pero como no hay nada
nuevo bajo el sol resulta que estos encapuchados han venido a sustituir a los
antiguos fantasmas o marimantas que es lo que hubo en Cáceres de toda la vida.
Las marimantas y los encapuchados tienen en común, en estos sitios chicos, el
que todos imaginan quiénes son y qué es lo que les guía a realizar sus
acciones.
La última marimanta que hubo en Cáceres capital surgió por los años
cincuenta en las proximidades del barrio de San Antonio. Allí aparecía de
madrugada con su sudario blanco y su luz, dando unos sustos tremendos a los
que, madrugadores o trasnochadores, tenían necesariamente que cruzar por
aquellos andurriales mal iluminados y peor vigilados. A decir verdad, no se
metía con nadie, sino que permanecía estática, pero dando unos sustos de muerte
al que desembocaba por aquellas callejas. Esto es lo que sucedió a Antonio, un
joven panadero que me refirió el caso y que tenía que salir de madrugada a su
trabajo. La primera vez que la vio le apretó tal susto que salió corriendo,
advirtiéndola de paso: Te libras porque no llevo la navaja, pero la próxima vez
que me salgas, aunque seas un alma en pena, te rajo en dos...
Así quedó la cosa y por unas noches la marimanta no volvió a aparecer,
y el amigo Antonio fue más o menos tranquilo a su trabajo, aunque eso sí,
provisto de una navaja cabritera a la que se agarraba nada más que llegaba a
las callejas peligrosas... Una noche, en la que ya Antonio casi se había
olvidado de la marimanta le volvió a aparecer cerca de la plaza de los Pereros.
No se cruzaron ninguna palabra, sino que Antonio tiró de navaja y salió tras
del fantasma que se remangó el sudario para correr mejor y viendo que le daba
alcance terminó subiéndose en una reja diciendo desde lo alto : Antonio, hijo,
no me hagas nada que soy la “señá” Petra y ando a la “cata” del “señó” Joaquín,
que me han dicho que me la pega con una “furcia” que vive por estas calles.
Calle Pereros |
Hay que aclarar que la “señá” Petra era una vecina de aquellas calles,
sumamente celosa y el “señó” Joaquín, su marido que, aunque era un bendito, le
gustaba salir de noche a negocios propios, y otras vecinas, por broma,
envenenaban los celos de la Petra que en esta materia se lo creía todo...
Y esa es la historia de la última marimanta cacereña.
Diario HOY, 4 de junio de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.