Desde luego la Administración española no predica con el ejemplo.
Pruebas en Cáceres para que podamos afirmar esto, las hay de sobra. La más
reciente podría ser la entrega que se hizo del Palacio Moctezuma al Patrimonio
del Estado, para poner un parador de turismo y, aparte de no ponerlo, el tal
Patrimonio se está dejando venir abajo, por ruina y desatención, esa joya de la
cultura histórica de la cultura hispano-azteca. Decidimos esto para que se vea
que a nuestra Administración también le tiene sin cuidado la cultura común de
otras naciones vinculadas a nosotros. En fin, parece que la solución para
evitar la ruina del palacio la tenderemos que improvisar aquí entre la Diputación
y la Delegación de Cultura.
Pero esto ha sido una constante histórica al menos en Cáceres. Nada más
que el Estado, la Administración o cualquier otro ente centralista se ha hecho
cargo de algo provincial que funcionaba ha quedado deteriorado o inútil o al
menos “congelado”, como se dice ahora. Relacionado con esto podríamos poner un
ejemplo. Allá por los comienzos del pasado siglo, hubo una afloración minera en
Cáceres muy digna de estimarse. Entonces cualquier particular podía denunciar y
explotar el aprovechamiento minero de metales preciosos, tales como la
plata oro y muchas familias comenzaron a
industrializar pequeñas minas de plata y otros metales similares, cuyas grandes
chimeneas vemos aún diseminadas por nuestros campos. Es más, hasta en el arroyo
“Guadancil” había algunas familias que extraían oro, con el que se hacían los
ajuares y gargantillas de todos nuestros pueblos. Sin entrar en muchos
detalles, diremos que por aquel entones se afincaron en Cáceres muchos técnicos
de minas de origen francés, cuyos apellidos aun figuran en algunas familias
cacereñas: Castell, Petit, quizás Capdevielle. Tenemos hasta propagandas en los
periódicos cacereños de aquel entonces de “Laboratorios mineros” montados por técnicos
de este origen. En Cáceres se publicaron hasta periódicos dedicados
principalmente a este tema, como el “Regenerador Estremeño” (escrito con “ese”,
como se escribía entonces), cuyo subtítulo era: “Periódico de intereses
comerciales y de minas”. ¿Dónde se fue toda aquella riqueza en ciernes? Pues
desapareció por una orden general que prohibía a los particulares explotar los
metales preciosos que pasarían a explotación directa del Estado, y, claro, el
Estado no volvió a ocuparse de nada de aquello.
Diario HOY, 4 de julio de 1981
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