viernes, 7 de julio de 2017

Las desatenciones de la Administración


Desde luego la Administración española no predica con el ejemplo. Pruebas en Cáceres para que podamos afirmar esto, las hay de sobra. La más reciente podría ser la entrega que se hizo del Palacio Moctezuma al Patrimonio del Estado, para poner un parador de turismo y, aparte de no ponerlo, el tal Patrimonio se está dejando venir abajo, por ruina y desatención, esa joya de la cultura histórica de la cultura hispano-azteca. Decidimos esto para que se vea que a nuestra Administración también le tiene sin cuidado la cultura común de otras naciones vinculadas a nosotros. En fin, parece que la solución para evitar la ruina del palacio la tenderemos que improvisar aquí entre la Diputación y la Delegación de Cultura.
Pero esto ha sido una constante histórica al menos en Cáceres. Nada más que el Estado, la Administración o cualquier otro ente centralista se ha hecho cargo de algo provincial que funcionaba ha quedado deteriorado o inútil o al menos “congelado”, como se dice ahora. Relacionado con esto podríamos poner un ejemplo. Allá por los comienzos del pasado siglo, hubo una afloración minera en Cáceres muy digna de estimarse. Entonces cualquier particular podía denunciar y explotar el aprovechamiento minero de metales preciosos, tales como la plata  oro y muchas familias comenzaron a industrializar pequeñas minas de plata y otros metales similares, cuyas grandes chimeneas vemos aún diseminadas por nuestros campos. Es más, hasta en el arroyo “Guadancil” había algunas familias que extraían oro, con el que se hacían los ajuares y gargantillas de todos nuestros pueblos. Sin entrar en muchos detalles, diremos que por aquel entones se afincaron en Cáceres muchos técnicos de minas de origen francés, cuyos apellidos aun figuran en algunas familias cacereñas: Castell, Petit, quizás Capdevielle. Tenemos hasta propagandas en los periódicos cacereños de aquel entonces de “Laboratorios mineros” montados por técnicos de este origen. En Cáceres se publicaron hasta periódicos dedicados principalmente a este tema, como el “Regenerador Estremeño” (escrito con “ese”, como se escribía entonces), cuyo subtítulo era: “Periódico de intereses comerciales y de minas”. ¿Dónde se fue toda aquella riqueza en ciernes? Pues desapareció por una orden general que prohibía a los particulares explotar los metales preciosos que pasarían a explotación directa del Estado, y, claro, el Estado no volvió a ocuparse de nada de aquello.
Diario HOY, 4 de julio de 1981

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