A mí me asombra, y alguna vez lo he comentado con los amigos, la aceptación
que tienen esas máquinas que hay en los bares en las que mediante una monedas
uno está un rato “jugando”, sin ganar nada a cambio, rompiendo formaciones de
aviones enemigos, destrozando platillos volantes venidos de otra galaxias, escalando
grandes edificios como el “hombre mosca”, el “Spiderman” y otros entes de moda
y sobre todo realizando grandes aventuras sin moverse del tablero de mandos,
aventuras que se traducen en un ruido continuo de los disparos, la explosión de
los aviones abatidos… Vamos, que lo que uno recibe a cambio —si lo hace bien—
aparte de las imágenes que salen en la pantalla de la máquina, es el ruido que ésta
produce de: disparos, explosiones, etc. Este ruido, que parece complace mucho
al que juega, chincha bastante a los que están en el bar sin jugar y tratando
de hablar de algo.
Alguna vez hemos preguntado a los que ponen las máquinas si sería
posible hacerlas silenciosas y nos dijeron: “Imposible, la indemnización de
ruido es esencial, si la máquina no produce ruido que moleste al entorno y
atraiga la atención hacia el que juega no la utilizará nadie. Dese cuenta que
estas máquinas están hechas estudiando la psicología del individuo y si no
llaman la atención hacia su persona, no valen”.
No sé yo lo que ganarán los de los bares con la instalación de las máquinas,
pero de no ser mucho, pueden correr el peligro de quedarse sin clientela, al
menos clientela delicada de oídos, porque el ruido es molestísimo para muchos
que acaban buscando bares donde no haya máquinas ruidosas (ya hay bastantes con
la televisión que nadie mira).
Pero lo que es digno de estudiarse es ese efecto psicológico de la máquina
sobre el que juega. Al parecer la máquina es algo así como ese instrumento con
la imagen del jefe que tienen las empresas japonesas, para que los empleados se
desahoguen pegándole (en buen castellano los jefes japoneses dirán: “ahí me las
den todas”, pero el empleado se desfoga). Al parecer eso es la máquina, un
sitio donde cualquier “tuercebotas” ignorado de la calle —como usted o como yo,
y perdone— puede por una monedas sentirse el piloto salvador del mundo, un magnífico
astronauta, el “Spiderman”, etc… Y si no, fíjese en la cara de satisfacción que
ponen una vez terminada la partida.
Diario HOY, 28 de junio de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.