viernes, 14 de julio de 2017

Nos estamos cargando el turismo


Ahora que comienzan a regresar los que vacacionaban y comienzan a contarnos qué tal les ha ido a cada uno el veraneo, se saca la consecuencia no de que los precios se han disparado, sino de que lo que se han disparado son las ambiciones. Cierto que cada cual “cuenta la feria según le ha ido en ella”, pero aunque hay una minoría que dice que se lo han pasado muy bien —en general todos nos lo pasamos muy bien en vacaciones— hay otra que se queja de los precios y el poco control que se viene teniendo de ellos en los alojamientos, restaurantes, bares y comercios en general dedicados a “atender a los turistas”.
Hay algo que hay que decir y es que esa gran fuente de ingresos que fue para España el turismo nos la estamos cargando. El retraimiento de turismo extranjero ha sido lógico de unos años a esta parte porque España, que en  un tiempo fue una “bicoca” para el extranjero, por lo barata que estaba, ahora no lo es tanto, puesto que muchos países —sobre todo del Este— nos hacen una gran competencia en precios y hacia aquellos lugares se ha dirigido la corriente turística extranjera. Pero aparte de ello, y por si fuera poco, en el momento más inoportuno surgió lo del aceite de colza, el fraude de los alimentos, la poca o mala inspección sobre ellos, etc., etc., cosas que como es lógico han servido de “bandera” a la competencia turística de otros países a la hora de decidir dónde ir. ¿Cómo ir a España, donde uno se puede morir por comer algo? Esto, amigo, lo tenemos que reconocer con todo el dolor que pueda producirnos, porque si a nosotros los que vivimos aquí, y en cuanto a la comida, no “se nos arrima la camisa al cuerpo”, ustedes nos dirán si, siendo extranjero y viendo lo que sucede, se “juega uno la vida, por mucho sol que tengamos en España”. En definitiva, que el turismo ha tenido que ser nacional, pero también aquí nos vienen fallando “las inspecciones”, porque algunos amigos que vacacionaron en Cádiz —por poner algún sitio— se nos vienen quejando de que por una simple ensalada de lechuga, que no satisfaría a un grillo, les han cobrado algo así como 600 pesetas, y muestras de este tipo las ha habido en manojo. El amigo que nos contaba esto nos decía que no valieron ni libro de reclamaciones ni nada por el estilo, ya que parece que lo que antes funcionó bien, cuando había un Ministerio especializado, ahora no funciona tan bien y deja mucho  que desear. La pregunta es lógica: ¿Si algo funcionó bien en tiempos, por qué nos lo hemos cargado? Y que cada cual haga su meditación.
Diario HOY, 1 de septiembre de 1981

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