jueves, 13 de julio de 2017

¿Quién quema el monte?


De aquellos antiguos “slogans” de mentalización que se hicieron para evitar los incendios forestales, antes de la democracia, el que más “predicamento” tuvo fue ese de “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”. Pero resulta que un gracioso lo completó agregando: “señor conde”, y la posible eficacia que pudiera tener quedó “chafada”, saliendo, como suele decirse, el “tiro de la mentalización por la culata”. No digo que en alguna ocasión el “completador” no tuviera razón, pero no siempre. Pienso que la riqueza forestal no da sólo de comer al “señor conde”, sino que proporciona muchos puestos de trabajo para las localidades próximas al monte y son un recurso nacional que hay que cuidar porque todos, de algún modo, podemos beneficiarnos de él. Por tanto, el “slogan” completado es demagógico, aunque sea gracioso, y hora es ya de que todos nos tomemos en serio el atajar ese “terrorismo incendiario”, que debe tener unos inductores y alguien que, por la razón que sea, piensa aprovecharse de esas quemas; lo que hay que averiguar es quién quema el monte y qué motivos lo mueven a hacerlo. Porque, oiga, aunque algunos haya, no es la nuestra una nación sólo de locos pirómanos, que hacen las cosas por el gusto de ver las llamas y sin ningún beneficio.
Metidos ya en el terreno de las especulaciones, podríamos rememorar los rumores, ciertos o no, que han corrido en este sentido: el del “Land-Rover” blanco que solía verse en las inmediaciones de cada incendio; el de un coche de matrícula francesa que solía llevar bengalas en su interior; el rumor corrido sobre una “casa” que solía quedarse con la madera quemada, de la que se decía que de no quemarse no hubiera logrado el contrato; el del posible interés internacional en desestabilizar una nación que puede ser competitiva; el de “entidad” interior o exterior con interés en desertizar España, etc., etc… Por ahí “deben ir los tiros”, según la forma de pensar de muchos, que también sería bueno averiguar quién paga a los pirómanos y los utiliza como “tontos útiles” con unos fines no confesados… En fin, que yo creo que, al lado de crear unos dispositivos contra incendios lo más eficaces posibles, hay toda una labor de investigación que es la que hay que emprender porque es la única que puede encontrar la raíz del problema… El seguir sólo con “slogans” es seguir con paños calientes en un “forúnculo” que necesita urgentemente la “penicilina” de una acción internacional más profunda… Esto es lo que yo pienso, sin que ello sea “señalar” a nadie en concreto; no sé que es lo que pensarán ustedes.
Diario HOY, 26 de agosto de 1981

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