A la gente de la neumonía atípica le sigue sonando a raro. La falta de
información sobre ella, desde sus comienzos, nos referimos a información clara
y no ganas de andar tapando las cosas, crearon a su alrededor un vacío
informativo que vino a llenar la imaginación y el bulo, porque en estas cosas
de la información —cuando se trata de algo que interesa a todos— pasa como con los
vasos comunicantes que si falta la información veraz, la gente llena el vacío
con lo que le cuentan al oído, con lo que se rumorea y con lo que algún
interesado se inventa: “Que si era un escape de algún recipiente,
norteamericano, del guerra bacteriológica que precisamente había llegado por la
“base inmediata”…, “que si era una enfermedad transmitida por lo perros o los
pájaros…”, “Que si era un “cariño más” de los franceses”… “que si eran las
fresas”… En fin que, como ven, fue el bulo el que vino a llenar la falta clara
de información, la desinformación, que nos está comiendo a todos los niveles
precisamente cuando presumimos de una libertad de ella que no sirve más
que para echar la culpa a los
periodistas cuando marchan mal las cosas. Pero en fin, el momento ese —el mal
momento— ha pasado y ya todos sabemos —porque “oficialmente” nos lo han dicho—
que la neumonía atípica es debida a una intoxicación fraudulenta que han
producido unos “aceites, vendidos a granel, extraídos de la planta “colza”, que
es una especie de col de cuyas semillas se extrae aceite principalmente para
alumbrado y usos industriales, mezclado con otros aditamentos, igualmente malos
para el consumo humano. Lo que no se nos ha dicho a nivel oficial y parece que
no hay prisas en confesarlo, es quién ha hecho tal mezcla, qué fábrica es la
que ha jugado con la vida de todos los españoles, qué empresas o individuos se
han enriquecido jugando con la salud de todos y qué medidas se van a tomar con
ellos… porque el aceite no se ha mezclado solo, ni se ha vendido solo… y habrá
algún nombre comercial y particular tras ese fraude asesino, nombre que
inexplicablemente se sigue silenciando.
Cuando lo del alcohol metílico de Galicia —y eran tiempo de dictadura—
se aireó el nombre de la fábrica de licores y de los propietarios que dejaron
ciegos a muchos españoles y en ese caso, como en el de “Matesa”, hubo bastante
más claridad informativa que hay ahora. ¿Es que con la democracia, oficialmente,
tenemos más miedo a hablar claro?... Esto es lo que todos nos preguntamos.
Diario HOY, 24 de junio de 1981
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