lunes, 17 de julio de 2017

San Pedro de Alcántara y Pérez Comendador


Yo no sé si esto que voy a contar se lo he referido ya a ustedes, pero viene al pelo ya que acaba de festejarse a San Pedro de Alcántara, nuestro olvidado copatrono de Extremadura, que en su tiempo tuvo una amplia proyección mundial, cosa que podemos apreciar en su patronazgo de la amplia nación brasileña, donde no sé si se le conoce más que aquí, pero donde se le sigue venerando como tal patrono. Es más, tengo la sospecha que de él saben más muchos brasileños que muchos extremeños que hasta hace relativamente poco lo  hemos tenido olvidado. Quizás para subsanar este olvido, la Diputación editó hace unos años un librito del que es autor mi admirado amigo Vicente González Ramos, en el que en un lenguaje popular y directo narra la vida de este campeón de la penitencia que se llamó para el mundo Pedro Garabito y mereció la gloria de los altares.
Quizá por esto que narramos, la iconografía de San Pedro, al menos en nuestra ciudad, es poco abundante. Ello hizo que en tiempos, a instancias de la propia Diputación,  se hicieran algunas estatuas o imágenes del santo  que se encargaron a los mejores escultores extremeños que en aquel entonces teníamos. La de bronce que está en la plaza de Santa María la realizó nuestro ya fallecido paisano Enrique Pérez Comendador, que además regaló otra para El Palancar, que prácticamente es una copia reducida de la misma. Juan de Ávalos, el otro gran escultor extremeño, realizó otra imagen por encargo de la parroquia de San Pedro de Alcántara, de Cáceres, que es la que figura en dicho templo Esta última muestra un santo caminante en contraposición de la de Comendador que le representa estático. Son apreciaciones de ambos artistas de los que consta estudiaron a fondo —antes de realizar las imágenes— la biografía de Pedro de Alcántara, interpretándola cada cual a su modo.
Pero la curiosidad que quería señalarles es que la que está en Santa María es un autorretrato del autor, Enrique Pérez Comendador, que quiso dejar su rostro en ella. Hablando con él el día de la inauguración se lo señalamos y él, sonriente, respondió: “En efecto. Es cierto y no voy a negarlo, pero el artista debe siempre dejar algo suyo en la obra.” ¿Lo sabían ustedes?.
Diario HOY, 20 de octubre de 1981

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