domingo, 2 de julio de 2017

“Sí, sí, corcho…”


Me tiene a mí un poco escamado eso de que la televisión soviética haya enviado un equipo de filmación a Extremadura, con las cámaras Kudrin y Pridogorin, para tomar un reportaje de todo el aprovechamiento del corcho y su transformación en nuestra región Ellos se han ido a San Vicente de Alcántara, que acaba de recibir la “I” de Importantes de Extremadura, precisamente por esa industria, y allí están campeando a sus anchas para recoger todo el proceso corchero, desde la producción de las planchas hasta la transformación en tapones… pero como da la casualidad de que en su embajada, desde que se estableció aquí, aparecen espías por todo lados, uno no acaba de tenerlas todas consigo y parece feo el preguntar a un huésped, así como el que no quiere la cosa: “¿Oiga, y a propósito de corcho, no serán ustedes espías, por un casual…?”, porque de menos los hizo Dios y a lo mejor del corcho puede hasta extraerse un material bélico o para  la fabricación de bombas atómicas, porque aquí nos lo creemos todo.
Para que no lo duden, les voy a contar un suceso ocurrido aquí cuando las primeras bombas atómicas. Sus protagonistas viven y trataremos de evitar nombres reales. Se dio el caso de que una partida de bromistas convenció a un conocido, al que llamaremos Felipe, de que el material principal se extraía del “tuétano” de los huesos de los perros. Felipe era hombre callado y ambicioso y vio que era un negocio el hacerse de perros y venderlos a los americanos. El grupo le estimuló la idea y hasta le convencieron de que se estaba preparando un vagón de ferrocarril para, mediante compra, enviar estos animales a los americanos. Mi buen Felipe reunió hasta medio centenar de perros y se presentó con ellos a la Estación, donde le enviaron los bromistas, preguntando por un determinado factor —también del grupo— que aunque no estaba en el “ajo” se imaginó la broma y le dijo: —“Pero hombre, cómo te voy a facturar los perros sin saber el peso. Vete a ver a Pedro y que te los pese”. Pedro era uno de los del grupo, que trabajaba en unos almacenes de ultramarinos y que tuvo que recibir al bueno de Felipe y su jauría y que, entendiendo la broma, le envió a otro amigo veterinario, para que le hiciera la “guía”… En definitiva, que Felipe recorrió medio Cáceres con sus perros —muchos de ellos adquiridos a lazo— hasta que dándose cuenta de que le embromaban, les dio suelta a todos proporcionando un gran trabajo a “Sabanilla” el lacero. Broma sí, pero para que vean que aquí nos lo creemos todo.
Diario HOY, 29 de mayo de 1981

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