Seguimos siendo un país de opereta —o de zarzuela, si ustedes quieren—
cuando nos pasan las cosas que nos pasan y nosotros seguimos tan tranquilos. Según
noticia de prensa que leo, se dice: “ahora se sospecha que la venta de aceite a
granel podría serla causa de la neumonía atípica”. pienso que lo que quieren
decir es el consumo y no la venta. Por vender nadie se pone malo, por consumir,
sí. Antes se dijo lo mismo de las fresas, de las verduras y hasta de los pájaros
y los perros, convirtiendo el dicho en un “arma arrojadiza” para encajárselo a
lo que no nos gusta, nos cae gordo o nos hace la competencia. Puede que ahora
vaya la cosa en serio, pero ¿y las otras veces?… ¿Por qué no decir que la “neumonía”
nos la producen los ministros galos y de ese modo no admitir a Claude Cheysson,
que se dispone a visitarnos?
No es que yo no admita que en lo aditamentos del aceite a granel puede
haber algún tóxico, pero cuando se hable de ello se debe dar sin dudas y con
amplia demostración de que así es… Porque uno de los argumentos empleados en el
espacio “Al cierre” de TVE es, por lo menos, peregrino. Se dijo, poco más o
menos: “Se ha comprobado que las edades de los enfermos oscilan entre los 5 y
los 65 años, que es la edad en que más aceite a granel se consume, de donde se
puede deducir que la sospecha va bien fundada”… También podría sospecharse
que le da más a las personas que tienen
dos piernas que a los cojos, porque entre todos los casos ocurridos, cojos son
muy pocos… ¡Y que todo esto se diga en un medio de difusión estatal!... En fin,
que a mi me lo tienen que explicar alguno de esos inspectores que llevan como
función el cumplimiento del “Código Alimentario”… que se indignan mucho cuando
García de Pablo dice que a los consumidores nos están envenenando y pide una
mayor participación de consumidores en estos estamentos. Porque si lo que se
dice es cierto, habrá que pensar en la negligencia de los encargados de
inspeccionar la alimentación española y hasta hacerles tomar un poquito de ese
aceite a granel envenenado a ver si se espabilan en su función y no sólo en la
de poner la mano.
Y en ese orden como en otros, por ejemplo en el caso del “cariño”
francés, que bien demostrado queda que no se trata de colores, sino de “inquina”
gala: ¿Por qué comprarles “Mirajes” ni aún visitar su país? Paguémosles con la
misma moneda… aun no admitiendo la visita del ministro, que no puede venir a
otra cosa que a incordiar.
Diario HOY, 13 de junio de 1981
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