25 de enero de 1962 |
Acaba de morir el último mayordomo de una de las últimas ermitas
tradicionales cacereñas, que también dejó de ser ermita para convertirse en
parroquia hace veintidós años, pero que mantenía la tradición de cofradía
popular mientras su mayordomo siguió existiendo, No estamos refiriendo a don Domingo Muriel Espadero, que
acaba de morir a los noventa años de edad, y que era “mayordomo” de San Blas
desde 1929. Por ello es justo que esta “ventana” la dediquemos a esa tradición
cacereña de San Blas y al fallecido mayordomo cuya muerte hemos sentido muchos
cacereños.
La ermita, como tal, cuenta con más de cinco siglos de existencia y
las ordenanzas más antiguas de la Cofradía de San Blas datan de 1561. Lo
curioso es que esta Cofradía —que prácticamente se extingue con la muerte del
mayordomo— parte de la unión de dos hermandades de San Blas que existieron, una
en la parroquia de San Juan y otra en la de Santiago, a la que perteneció como
tal la ermita hasta que se la convirtió en parroquia el 25 de enero de 1959,
siendo su primer párroco don José Reveriego, que lo sigue siendo en la actualidad,
y que tuvo el buen acuerdo de no deshacer la hermandad y mantener como
mayordomo perpetuo de ella a don Domingo Muriel, que lo ha sido hasta su
muerte, en un periodo de más de cincuenta y dos años.
Don Domingo era una verdadera entidad en la parroquia, y mientras su
salud se lo permitió no faltaba nunca a las “mesas de ofrendas” que con motivo
de la romería y festividad de San Blas se celebraban todos los años. Se interesaba
por la confección de “las roscas del santo y aun por los “platos” que iban a
figurar en la mesa. Recordamos que, muy anciano ya, nos dio el dato de que en
la venta de roscas y en la “mesa”, la recaudación lograda en su primer año de
mayordomo en 1929 fue de 400 pesetas, que entonces era un verdadero capital; ya
en estos últimos años su actuación era simbólica, pero su interés por la
tradición de San Blas seguía siendo el mismo. Con él se nos va también una traición
cacereña y un cacereño tradicional por los cuatro costados, su muerte bien
merece este recuerdo. Descanse en paz.
Diario HOY, 3 de junio de 1981
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