domingo, 2 de julio de 2017

Un recuerdo al mayordomo de San Blas

25 de enero de 1962
Acaba de morir el último mayordomo de una de las últimas ermitas tradicionales cacereñas, que también dejó de ser ermita para convertirse en parroquia hace veintidós años, pero que mantenía la tradición de cofradía popular mientras su mayordomo siguió existiendo, No estamos  refiriendo a don Domingo Muriel Espadero, que acaba de morir a los noventa años de edad, y que era “mayordomo” de San Blas desde 1929. Por ello es justo que esta “ventana” la dediquemos a esa tradición cacereña de San Blas y al fallecido mayordomo cuya muerte hemos sentido muchos cacereños.
La ermita, como tal, cuenta con más de cinco siglos de existencia y las ordenanzas más antiguas de la Cofradía de San Blas datan de 1561. Lo curioso es que esta Cofradía —que prácticamente se extingue con la muerte del mayordomo— parte de la unión de dos hermandades de San Blas que existieron, una en la parroquia de San Juan y otra en la de Santiago, a la que perteneció como tal la ermita hasta que se la convirtió en parroquia el 25 de enero de 1959, siendo su primer párroco don José Reveriego, que lo sigue siendo en la actualidad, y que tuvo el buen acuerdo de no deshacer la hermandad y mantener como mayordomo perpetuo de ella a don Domingo Muriel, que lo ha sido hasta su muerte, en un periodo de más de cincuenta y dos años.
Don Domingo era una verdadera entidad en la parroquia, y mientras su salud se lo permitió no faltaba nunca a las “mesas de ofrendas” que con motivo de la romería y festividad de San Blas se celebraban todos los años. Se interesaba por la confección de “las roscas del santo y aun por los “platos” que iban a figurar en la mesa. Recordamos que, muy anciano ya, nos dio el dato de que en la venta de roscas y en la “mesa”, la recaudación lograda en su primer año de mayordomo en 1929 fue de 400 pesetas, que entonces era un verdadero capital; ya en estos últimos años su actuación era simbólica, pero su interés por la tradición de San Blas seguía siendo el mismo. Con él se nos va también una traición cacereña y un cacereño tradicional por los cuatro costados, su muerte bien merece este recuerdo. Descanse en paz.
Diario HOY, 3 de junio de 1981

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