miércoles, 19 de julio de 2017

Un recuerdo a "Kamamuri"


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
A uno se le pone de punta los pocos pelos que tiene —yo soy calvo— leyendo las predicciones que para 1982 hace el futurólogo profesor Zandinga, que ayer publicaba nuestro periódico. Oiga, es que no hay más que desgracias y uno no es que crea en estas cosas, pero por si acaso cruza los dedos y toca madera para que no se nos “engafe” el año que está en puertas. Es más, aquí se anuncia un ciclo de conferencias organizado por el Círculo de Estudios de Astrología y Parapsicología Cacereño y me temo que nos van a narrar otra serie de historias para no dormir que diremos que no creemos, con la boca chica, aunque nos queden otras dudas interiores. Por mi parte tengo que confesar que a mí estos “magos”, futurólogos o como queramos llamarlos, me han producido siempre el escalofrío de las cosas que no tienen explicación “cartesiana”. ¿Hay o no hay que creer en el retorno de los brujos?
Kamamuri antes de ser enterrado
A este respecto recordaba a un faquir que cuando yo era niño estuvo por Cáceres y vivió entre nosotros, produciendo el asombro del que hablo, sin que pudieran explicarse bien las cosas que hacía. Fue un tipo popular, que usaba larga melenas y se hacía llamar “Kamamuri”. Es más, en el Cáceres de mi niñez quedó el dicho, para el que tenía el pelo abundante y greñudo, de pareces un Kamamuri, ya que hasta tanto llegó su popularidad. Recuerdo, asimismo, que tenía una pantera o gato grande, con el que se enterraba en la arena de la plaza de toros, se hacía todo el espectáculo sobre su improvisada fosa y tras ello se le desenterraba y salían, vivitos y coleando, tanto la pantera como “ Kamamuri”, sin que ello tuviera explicación lógica. La verdad es que los cacereños no se lo tomaron muy en serio y malvivió en una posada, teniendo que sacrificar el gato —para vender la piel— y allegar algún recurso a su pobre vida... Pues bien, a todo eso que aquí no le dimos importancia, tuvo luego resonancia nacional cuando “Kamamuri” se trasladó a Madrid para trabajar en el circo Price, donde hacía estas y otras cosas espectaculares y donde se dice que alcanzó fama y dinero. Lo que pasó después con el faquir en cierto modo cacereño —por el mucho tiempo que aquí vivió— lo desconozco, aunque tengo entendido que le cogió la Guerra Civil en Madrid y desapareció como tantos otros... ¿Tenía o no tenía truco lo que hacía “Kamamuri”? ¿Tiene o no truco lo de la parapsicología? Son estas preguntas que para mí siguen sin contestación.
Diario HOY, 5 de noviembre de 1981

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