martes, 11 de julio de 2017

Una historia cacereña "tercermundista"

Yo he visto morir la gente de hambre en las calles de Cáceres y los cacereños que, como yo, vivieron aquellos azarosos días de “los años del hambre” saben como se producía este final, que no podía atajarse porque no había alimentos para todos, y los que salimos de aquello pienso que salimos de milagro. Los famélicos eran amigos y conocidos que, por la falta de todo, iban perdiendo carnes pero el peor momento —en el que ya no había forma de salvarlos— era cuando uno comenzaba a hincharse como un globo y cualquier día caía camino del Hospital, donde buscaba un socorro que no podía dársele. En mi retina infantil se quedó grabada la muerte de algunos de estos  convecinos en plena calle. Se los recogía y se les llevaba a algún centro hospitalario o al depósito, sin más, y se silenciaba el caso porque eran tiempos en los que hablar en los medios informativos de esto era jugársela. ¿Cuántos murieron así? No sabría decirlo, pero supongo que muchos.
Eran los años cuarenta y había un racionamiento teórico que no servía para vivir, sino para morirse poco a poco. El que se salvaba era porque recurría al “estraperlo”, comprando a precio de oro pan, aceite y algún otro producto de primera necesidad que “los estraperlistas” le vendían. El comer algo era una obsesión y se vendía hasta la camisa por conseguir alimento.
Los “estraperlistas” también se la jugaban, porque entonces el que se desmandaba y era cogido “in fraganti” podía acaba en el paredón… Pero en fin estas historias tercermundistas —de las que sólo nos separan unos años— es mejor olvidarlas y pensar que no sucedieron, porque la fragilidad de memoria es un bien de la Humanidad. Pero entones había el consuelo de que todos andábamos escasos y los que “negociaban” con el hambre también se exponían, aunque se enriquecieran. Algunas de las fortunas de hoy parten de entonces…
Pero entre aquellos especuladores y los envenenadores de ahora —de la colza— hay diferencias. Aquellos se enriquecieron exponiéndose y en algún caso les debemos la vida —aunque nos costara cara—. A los de ahora sólo les debemos la muerte y también los hemos enriquecido.
Es, si ustedes quieren, una historia también tercermundista, pero paradójicamente de la abundancia y desde luego mucho más sucia que aquella de los “años del hambre” que nos traumatizó a muchos.
Diario HOY, 15 de agosto de 1981

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.