martes, 11 de julio de 2017

Una historia de estatuas

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Hoy les voy a contar una historia de estatuas, aunque no sea la de las estatuas del Tenorio, pero digna de recordar y conocer por lo que de anécdota local representa. Para la capital, que tan escasa de monumentos y estatuas estaba, hace ya muchos años solicitó el inquieto médico cacereño fallecido ya, don Ricardo Becerro de Bengoa, una estatua de Trajano al propio Gobierno de Italia. Como todas sus cosas, don Ricardo lo hizo con la mejor intención y con el afán y gestión apasionada que ponía en ellas, y aprovechando un viaje particular a Italia, en nombre de la Asociación “Amigos de Guadalupe”, de Cáceres, que él creó, y en entrevista con el jefe del Gobierno de Italia, solicitó para Cáceres —dado que se iba a celebrar uno de los centenarios de la Era Hispana, dentro del Imperio romano— una estatua de Trajano.
Como quiera que don Ricardo solía ser enemigo de lo oficialista, tanto estos viajes como estas gestiones las solía costear de su propio bolsillo, sin pedir una “perra” a nadie, y por tanto sin contar tampoco con el sector que pudiéramos llamar “político-oficial”, sino en nombre de la asociación cultural mencionada y cuyo fin era promocionar lo extremeño y lo hispano a cualquier nivel, sin que nadie se lucrara en ello, y con unos fines patriótico-altruistas que no siempre eran comprendidos y sí muchas veces discutidos. En definitiva, el Gobierno italiano atendió a la petición y envió a Cáceres, a la estación de ferrocarril, un enorme cajón conteniendo la referida estatua —que pesaba más de una tonelada— y que era lógico, venía embalada con unos cartonajes interiores que tenían la misma forma que la propia estatua. Don Ricardo lo manifestó así a la Diputación Provincial, para que se hiciera cargo del paquete, así como del gasto del envío, y que pusieran la estatua en Cáceres. La Diputación fue la primera extrañada con el regalo, y en un pleno, comisionó a su diputado delegado de Cultura —cuyo nombre vamos a silenciar por haber muerto— para que viera qué contenía el paquete e informara. El diputado fue a la estación, abrió el paquete y vio las molduras que lo protegían, informando que la estatua era de cartón, por lo que la Diputación rechazó el regalo. La estatua está hoy día en Alcántara, cuyo Ayuntamiento sí aceptó el regalo, sin quedarse en la superficie.
Diario HOY, 11 de agosto de 1981

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