jueves, 27 de julio de 2017

Y a propósito de la cena de Nochevieja


Desde luego que la alegría no está en razón directa con el bolsillo, porque se puede no tener un duro y ser “alegre como unas pascuas”. Había que meditar por qué la alegría se relaciona con las pascuas, y por qué en las pascuas hay que estar alegre, y a este punto es al que vamos a parar, porque las Navidades, pascuas y fin de año, tienen que ser fiestas alegres y “festeras” —valga la redundancia—, donde todo el mundo trata de asegurar su alegría, aunque sea comprándola. Pero la alegría no se compra y por ahí viene el fallo.
Para esta noche se han anunciado —con idea de despedir el año y saludar al nuevo— la mar de “cotillones” en los que cenar y proponer divertirse, con algún gorro, “matasuegras”, “matraca”, “papelinos” y serpentinas, aparte de las uvas de la suerte, cuestan algo más de las 3.000 pesetas por persona, aunque los precios oscilen de unos lugares a otros, y, de esto hablaban mis amigos, a los que más de una vez he sacado en esta columna. Juan, decía, más o menos:
— “En mi casa, ni locos gastamos tres mil pesetas en cenar cada uno y pasarlo bien. Allí cenamos a la carta y hasta cenamos langostinos… o sea que mi mujer compra un solo langostino y se lo come el que saca  el “as de oro”. Los demás miramos mientras nos tomamos la sopa de todas las noche, porque lo de divertirse está en tomarse unas copas y tener ganas de juerga, que en que te lo preparen todo en esto “la procesión va por dentro” aunque sólo sea contando chistes de tacaños, de esos cortos, para los que “se pinta” i hermano Paco, te lo pasas en grande. El otro día nos contó los del recadero, llega uno al que le había “hecho un servicio” y le dice: “Ten, chico, para tabaco” y le dio un papel de fumar; o el otro que le dice: “Ten, para un traje, y le dio una percha”; o aquel otro que dice: “Ten, para que te tomes un café”, y le dio un azucarillo; o el que dice: “Ten, para después de comer” y le dio un palillo…”
La cosa generalizó en chistes, y Belvedere nos contó —a propósito de cenas escasas— la de aquella familia que está cenando y dice uno de los niños:
— “Mamá, mira a mi hermano Antonio, de los cuatro garbanzos que había se ha comido dos…!”
— “¡Déjalo a este ansioso, hijo, a ver si revienta…!” responde la madre,
En fin, esto es hablar por hablar, yo a todos les deseo más que suculentas cenas, alegría, buen humor, perdón para mí por los “rollos” que les suelto, y prosperidad para todos.
Diario HOY, 31 de diciembre de 1981

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