martes, 1 de agosto de 2017

Hablando de viejos

Desde luego cada día va siendo más problema lo de la “tercera edad”, porque en el mundo entero prácticamente no se sabe qué hacer con los viejos, sin que los viejos tengan la culpa de ello. El control de la natalidad y la prolongación de la vida media del hombre han traído como consecuencia que en general la población se envejezca, haya menos jóvenes y cada día más viejos que, tras su jubilación, viven —o mal viven— muchísimos años. Así de claro hay que decirlo para que todos lo entendamos. No nos vamos a remontar a las causas que han motivado todo esto, como es la del paso de una sociedad agrícola a una semi-industrializada, o industrializada del todo. En la antigua sociedad agrícola, de tipo patriarcal, el abuelo era un símbolo respetable y respetado por todos; en la sociedad industrial  de consumo, en la que todos tienen que trabajar —o “salir a lo que caiga”— el anciano es una carga, por lo que aun soterradamente, hay hasta una “malquerencia” contra los viejos que, por otra parte, es absurda, cuando en esta sociedad las grandes naciones las dirigen ancianos; véase el caso de Breznev o Reagan, que pasan de los setenta años; o el de todos los consejos de administración de las grandes empresas, cuyos puestos directivos están ocupados por gentes que pasan de los sesenta y cinco… aunque sean ellos mismos los que digan: “hay que dar paso a la juventud”. En fin, el mundo tiene modas y aunque ahora no haya “consejos de ancianos” —como en las viejas tribus— de una forma declarada, sí los hay de una forma efectiva, aunque disimulada.
Pero todo esto tiene una consecuencia , que es a la que queremos llegar. No hace mucho, en la televisión, se mantuvo un coloquio en el que se puso de manifiesto lo insuficiente de la pensión de los mayores para u propia subsistencia, porque estas pensiones —aun siendo suficientes cuando se jubilaron— han quedado congeladas, creando un malestar y un malvivir entre la extensa clase de jubilados con los que se comete la injusticia de haberlos exprimido como a limones durante su vida activa y ahora no atenderlos como merecería el que quemó su vida en bien propio y en el de la sociedad en que vivió Pero hay un contrasentido más: para que haya puestos de trabajo —que tanto escasean— se estimula la jubilación anticipada. ¿Pero quién va a anticiparla si sabe que con la devaluación y la poca atención a las pensiones se le quedará corta nada más que le de por vivir unos años, por pocos que sean?
Diario HOY, 7 de febrero de 1982

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