miércoles, 9 de agosto de 2017

La Fiesta del Árbol


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
La “Fiesta del Árbol” fue un invento cacereño. Se trataba de encariñar a los escolares con los árboles, y para ello se hacía una fiesta en la que los niños de aquel entonces plantaban —mejor diríamos, ayudaban a plantar— unos determinados árboles, en los paseos, comprometiéndose ante las autoridades a defenderlos y preocuparse porque el nuevo plantón siguiera su curso normal hasta ser un árbol adulto. La fiesta solía revestirse de cierta solemnidad y tuvo un indudable arraigo en nuestra ciudad,  de donde se tomó para hacerla en otras poblaciones y a un nivel nacional más alto, desapareciendo todo este empeño de encariñar  a las nuevas generaciones con los árboles a raíz de la contienda civil.
El primer domingo de abril de hace cincuenta años, por este sistema, se plantaron los árboles, muchos de los cuales aún figuran  en lo que se llamaba plaza de la Peña Redonda, después plaza de Italia y ahora del Alcalde Canales.
Precisamente, don Antonio Canales, a la sazón alcalde de Cáceres y uno de los impulsores de esta fiesta, estuvo presente en ella; los escolares, en grupos de dos o cuatro, sujetaban el plantón de árbol que le había correspondido, mientras los jardineros procedían al enterrado de sus raíces, y era el propio alcalde el que, grupo por grupo, aleccionaba a los escolares, tomándoles el compromiso de defender y cuidar su árbol. Tras ello, a cada chaval se le daba una merienda, consistente en un bollo de pan con una pastilla de chocolate y una naranja... y todos marchaban contentos, con la obligación de pasar diariamente para ver cómo iba su árbol y se producían las lógicas escenas de mantener hasta alguna discusión con otros chicos si trataban de dañar al “hijo vegetal”.
Ni qué decir tiene que ello suscitaba el cariño hacia los árboles en la chiquillería de entonces, que al fin y al cabo era lo que se pretendía. Era una iniciación al amor ecológico del que ahora tanto se habla, pero nada más. Es, si se quiere, un recuerdo, pero que tenía su trascendencia y es lástima que todo aquello —quizás por falta de imaginación— haya desaparecido.
Diario HOY, 6 de abril de 1982

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