lunes, 7 de agosto de 2017

Los viejos pregones cacereños


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Una cosa que mataron los tiempos modernos y el nivel de vida, fueron los típicos pregones cacereños. Hoy hay nostalgia en lo que voy a recordar; yo creo que el tiempo y la vida evolucionan y los pregones, característicos de una sociedad distinta de la actual y representantes de un “comercio” manual y pequeño, de “artesanía” como podría decirse, es lógico que hayan pasado. Pero ello no quiere decir nada en cuanto al recuerdo porque el recordarlos es rememorar un Cáceres ido, que vivió y vibró con aquellos pregones callejeros, una ciudad casi sin ruidos y sin automóviles donde el silencio daba pie a este comercio pregonado que solía llevar los productos al pie de las casas de los consumidores, y donde —la mayoría de las veces— se regateaba el precio del producto anunciado a voz en grito.
Ya nos hemos referido al pregón de “¡Trébol pa los borregos!”, al que pudiéramos llamar un pregón de primavera, pero había otros pregones de invierno como aquel de “¡Picón, ¿quién?!”, que tenía la modalidad de “¡Picón de encina y canutillo!”, ofreciendo el combustible que entonces se consumía en los braseros de todas las casas cacereñas.
En contraposición, según la época, existía el de: “¡Sandías colorás, melones dulces! ¡A raja y cala!” Lo de la raja y cala era porque las sandías, antes de comprarlas, el vendedor las rajaba con un navaja para que viera su pulpa roja el comprador, y “la cala” era el hacer con la navaja un cuadradito en el melón para sacarle una pequeña porción que se daba a prueba al comprador.
Hubo otros pregones que fueron famosos, como el que un humilde calero que recorría las calles con su burrito lanzaba al ofrecer su producto: “¡Cal blanca y morena “pal jumero”!”, agregando alguna cancioncilla con música  y letra que él solía inventarse y mezclando el pregón con la orden al jumento de “¡Arre, burro!”, que era como el punto final a la discusión del precio, cuando no entraba por el que le ofrecía la compradora.
Muchos más se podrían recordar como el de los “hermanos Gallos”, que vendían patatas fritas, con su cestita, y ahora son unos industriales de fuste, hasta con marca registrada: “¡Patatita frita, qué rica!”.
Diario HOY, 23 de marzo de 1982

1 comentario:

  1. Tin tirirín, tin tiririn... Se arreglan sartenes, paraguas, cacerolas, y pucheros de por-celana... El estañaoooorrr...

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