viernes, 18 de agosto de 2017

Tomar las cosas con humor y filosofía


Se dice que sobre gustos no hay nada escrito y yo creo todo lo contrario, porque precisamente sobre el gusto y las aficiones han “corrido ríos de tinta” en todos los tiempos. Esto mismo viene pasando en cuanto a los Mundiales y sus retransmisiones televisivas que a unos “chinchan” y a otros agradan sobremanera. Se dice que más de un 50 por 100 de españoles no se interesan por estas retransmisiones, y del otro 50, un 25 las toma con filosofía y otros tantos con sumo calor, sin dejar “piar” a nadie en la casa mientras el equipo de turno hace sus combinaciones. La mayoría de mis amigos se cuentan entre estos últimos, por lo que a algunos ni me atrevo a verlos ni llamarlos por teléfono, por no distraerles de su afición… Estoy esperando que pasen los Mundiales y sus retransmisiones, que vuelvan a la vida activa y de sociedad, y entonces será cuando contacte con ellos.
Yo estoy entre el 25 por 100 que toma las retransmisiones con filosofía y no se indignan con tanto fútbol, como sucede con ese otro 50 por 100. Digo esto porque la vida hay que tomarla con filosofía y hasta, como quien dice “vestir el muñeco” y hacer de nada “un mundo”. Ahí tienen ustedes a los ingleses, que para cenarse un consomé y unas patatas se visten de “smoking”, haciendo de ello una verdadera fiesta y convirtiendo una mala cena en un acontecimiento social…; pues ese es el ejemplo que hay que seguir y no indignarse con la “tele”, y aunque nos ponga la “mala cena” a que nos referimos, echémosle imaginación.
Tengo un matrimonio amigo, al que algunos dicen locos, que cuando hay una retransmisión de corridas de toros, a la que ellos son muy aficionados, se visten de punta en blanco, él con su puro y su sombrero de ala ancha y ella de peineta y mantilla. Se ponen unas sillas a modo de barrera y, Luisa, la señora, cuelga en ellas el mantón de manila… y se lo pasan en grande.
Pero el colmo de la imaginación —y ustedes no se lo van a creer— es el de mi amigo Juan, hombre muy serio que, cada tarde, antes de comenzar la retransmisión de los Mundiales, en su propia casa, se viste de pantalón corto y camiseta, toma un balón bajo el brazo y sale a paso gimnástico hasta su sillón ante la “tele entre el aplauso, gritos y flamear de banderines de su mujer y sus muchos hijos, organizando una verdadera fiesta casera en la que el buen humor campea a sus anchas… Otro amigo, que estuvo a visitarlos en esos momentos, me decía: “Oye, yo creo que Juan y su familia están locos.”Pues no sé, chico —le dije—, yo creo que los locos somos los que nos tomamos todo en serio.
Diario HOY, 20 de junio de 1982

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