Más de una vez les hemos hablado en nuestro periódico de la
experiencia científica que el ICONA lleva a cabo en Cáceres, en la única granja
experimental sobre cría de la avutarda que existe en España y una de las pocas
que existen en el mundo. No vamos a entrar en destacar la necesidad de esta
investigación sobre el ave más grande que existe en nuestro suelo. Lo que sí
decimos es que este organismo comenzó una serie de experiencias científicas en
el año 1976 que dieron como resultado la cría en cautividad —relativa— de estas
aves. Se logró incubar los huevos de avutardas, con “madres artificiales” y “adoptivas”,
se consiguieron —tras muchas investigaciones— conocer sus costumbres, sus
formas de alimentación, sus comportamientos. Se cambiaron experiencias científicas
con otras escasas granjas de este tipo que existen en Alemania y algún otro
punto más.
Quedaban muchas interrogantes, aún a pesar de que se habían despejado
muchas otras, y entre ellas el no saber cuándo aparecían en estos animales los
caracteres sexuales para la reproducción. Llegó a pensarse que estos animales
no se reproducen en cautividad, puesto que algunos ejemplares —nueve
concretamente— que habían llegado a la edad adulta no se apareaban. Así las
cosas, con estos únicos nueve ejemplares en edad precisa, se inició otra
experiencia, cual era darles una semi-libertad, para lo que se preparó un
terreno de 30 hectáreas, próximo a la granja, para que libremente se unieran a
otras de su especie criadas en plena libertad. Podemos decir que el mundo científico
de la especialidad estaba pendiente de esta experiencia.
Pero alguien, cuya actitud no nos atrevemos a calificar, ha roto con
unos disparos, por puro placer de hacer mal o por ignorancia, lo que la ciencia
venía, con paciencia de años, tratando de averiguar.
En la noche del 22 al 23 de abril, aparecieron muertas por disparos de
rifle cinco de estos animales con los que se experimentaba. Quedaban cuatro más
para la experiencia y se los soltó en el mismo campo experimental, pero a pesar
de toda la vigilancia, en la noche del 2 de mayo fueron abatidas también por el
francotirador ignorado estos ejemplares, sin ningún beneficio para él y con
gran perjuicio para todos que se calcula en más de diez millones de pesetas sin
contar los años perdidos en esta experimentación científica. Habrá que comenzar
de nuevo la experiencia científica por este “crimen absurdo” contra la ciencia.
Que cada cual saque las conclusiones que le parezca.
Diario HOY, 11 de mayo de 1982
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