miércoles, 2 de agosto de 2017

Una curiosidad sobre Ramón y Cajal


Me ha llamado a mi la atención la noticia de que Rígoli, un humorista argentino afincado en España, ha lanzado la idea de poner a la venta rollos de papel higiénico que lleven impresos chistes del Mundial. La idea no es nueva, porque de antiguo, en los “váteres” tercermundistas que nos disfrutamos en muchos de nuestros pueblos y, aun ciudades, lo que está colgado en “la púa” es un periódico viejo (y ustedes perdonen la cita) que, aparte de servir para los menesteres más o menos higiénicos, sirve para que el sujeto que utiliza el servicio “se ilustre” de paso leyendo alguna de las viejas noticias que esos improvisados “papeles higiénicos” suelen traer.
Desde luego yo pienso que no es elegante el hablar de estos temas que se relacionan tanto con una necesidad fisiológica tan íntima, pero alguna vez hay que hacerlo porque el “retrete” (para decirlo en castellano) tiene su mucha importancia en nuestra vida y hasta es lugar donde, aparte de la función principal, se hacen otras muchas funciones complementarias, como pueden ser: leer, estudiar, pensar…
Precisamente relacionado con esta última voy a revelarles una curiosidad que me reveló a mi un descendiente del genio español que fue Ramón y Cajal del que no tengo inconveniente en dar el nombre, porque creo que a él no le importa, y porque puede testificar lo que digo ante el que lo dude. Se trata de mi buen amigo García Durán Muñoz, que ha escrito mucho y bueno sobre este antepasado suyo; bien, a lo que íbamos, toda la teoría de la neurona que hizo famoso a este premio Nobel español se le ocurrió en el retrete y aunque sea cosa que saben sus familiares es lógico que él no lo confesara nunca… más que a ellos. Aunque si los grandes genios fueran tan geniales —valga la redundancia— como Ramón y Cajal, nos asombrarían las series de cosas que en ese “cuartito” se les habían ocurrido.
En definitiva, que nosotros creemos que la idea de Rígoli es muy oportuna y hasta pensamos que si en papel higiénico se imprimiera el Quijote, seríamos muchos más los españoles que lo hubiéramos leído que los que lo han leído hasta ahora y lo confiesan… En fin, que para que el público se ilustre, hay que aprovechar todo… y nada más. Como recomendación final: “Al terminar la faena, tírese de la cadena.”
Diario HOY, 17 de febrero de 1982

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