sábado, 5 de agosto de 2017

Viejas profesiones que no han perdido vigencia


Desde luego hay cosas que el hombre medio, no impuesto en estas materias, no acaba de comprender. Nos referimos a esas noticias que de vez en cuando saltan al periódico y desde luego referidas a nuestra provincia, por las que nos enteramos que una furgoneta, o un camión —en pleno día, o de noche, que el caso es el mismo— ha cargado por las buenas una gran cantidad de ganado de una finca, robándolo, sin que nadie haya tratado de impedir que el robo se produzca. ¿Qué pasa con estos modernos cuatreros? Pero sobre todo: ¿qué pasa con las fincas y el ganado? ¿Es que no hay quien las guarde?
Creemos que en esto último es en lo que radica la indefensión del ganado, porque los métodos de su guardería, por razones económicas, han variado esencialmente. Hoy día, las fincas están prácticamente abandonadas por sus dueños y el ganado se guarda solo, o lo que es lo mismo, que al haberse encarecido el guardarlo los dueños han preferido dotar a la finca de un vallado y dejarlo a su libre albedrío, lo que —claro es— no evita que cualquier desaprensivo abra las cancelas y robe el ganado impunemente. Después vendrán las denuncias, etc., pero este estado de cosas estimula estos frecuentes robos… por aquello de “el que tiene tienda que la atienda, y si no que la venda”. Cierto que la guardería está cara y es incómoda, pero habría que sopesar si merece la pena mantenerse o aguantarse con los robos.
Otra cosa parecida que viene sucediendo son los frecuentes ataques de lobos, alimañas o perros cimarrones al ganado, que se suelen dar por el mismo motivo. A uno le asombra que cuando hay un ataque de este tipo, los mismos pastores no sepan explicar quién los ha realizado: si perros cimarrones, lobos o alimañas. A poco que uno ahonde en el asunto, se da uno cuenta de aunque haya pastor en la ganadería, en la actualidad estos pastores —quizás por incomodidad o falta de pago— no duermen con el ganado, como era lo tradicional, sino que caída la tarde marchan a su casa —en el pueblo próximo— y lo dejan al cuidado de los propios perros, que al no tener el estímulo del pastor, no harán nada si hay ataque de lobos, o lo que sea… Después se echará la culpa a los lobos, a los cimarrones o a quien parezca, pero no se hablará de un “abandono profesional” que era de lo que debía hablarse. En definitiva, que hay profesiones imprescindibles de las que se viene prescindiendo por economía, pero que la práctica viene demostrando hay que volver a ellas hasta que se invente método mejor, que no se ha inventado aún.
Diario HOY, 9 de marzo de 1982

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