(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Yo tuve la dicha de conocer, aunque ya muy viejecito, al mejor gallero
de Extremadura, al último que mantuvo la afición tradicional de las riñas de
gallos en Cáceres, el señor Diego García, al que pocos conocían por su
verdadero apellido, ya que por haber tenido un gallo que hizo raya en toda la
región, y aún más, entre la afición gallística española, al que le puso el
nombre de “Reculo”, acabó recibiendo
el sobrenombre del gallo y por Diego Reculo le conoció todo Cáceres,
olvidándose de su verdadero apellido, y admitiendo él, de buena gana el mote,
ya que rememoraba quizás el mejor gallo que pasó por su corral de gallos de
peleas.
Tenía este corral de gallos de raza en su finca “La Pavilita”, y más de una vez me explicó los entresijos de esta
afición, sus correrías de juventud en ella, los trucos que empleaban los
galleros profesionales, y la forma de pelea de estos celosos alados que según
decía, era uno de los espectáculos más bellos que puede verse. También, más de
una vez, me enseñó “la tumba” de su
gallo “Reculo”, explicándome que
murió sin que le venciera gallo alguno, y al que enterró, con todo amor, bajo
un viejo olivo de “La Pavilita”,
emocionándose con lo que aquel gallo sabía.
En Cáceres, de antiguo, existió un gran arraigo a esta afición hasta
el punto de que una de nuestras calles se sigue conociendo como “Reñidero de Gallos”, por haber existido
allí una cancha para estas confrontaciones. De nuestra región pasó a México,
donde se sigue manteniendo, habiéndose perdido entre nosotros, no por lo que muchos piensan de
gestión de la A. Protectora de Animales, sino porque en esas peleas se jugaba
dinero y la Administración prohibió el juego. Ahora ha vuelto a autorizarse el
mencionado juego, y para nuestras ferias de mayo se está preparando una
confrontación de gallos de peleas que trata de organizar precisamente un hijo
de Diego Reculo, Simón García, al que ustedes conocen por “Niño de la Rivera”. Simón trata de resucitar una tradición familiar
y al par una tradición cacereña, razones ambas por las que aplaudimos sin
regateos su iniciativa.
Diario HOY, 5 de mayo de 1982
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