miércoles, 27 de septiembre de 2017

Coches famosos


La proliferación de automóviles ha roto con la personalidad que los antiguos “autos” solían tener en nuestra ciudad. No digo yo que sea malo el que ahora cada cual tenga un automóvil, sino que los automóviles de ahora, quizás por eso de ser en serie, no tienen esa garra personal que tuvieron los vehículos de mi infancia que prácticamente tenían nombre y apellido y los conocía todo el mudo.
Entre todos éstos fue famoso el llamado “La Carraca” de Chapín, de cuyo nombre pueden deducirse sus características; el “taxi” de Antero, al que el mismo propietario le llamaba “La Burra”, ya que él, que fue uno de los primeros taxistas cacereños, se presentaba como “El chico de la burra”, refiriéndose, claro es, a su vehículo; entre los de servicio público, los primeros que hicieron el servicio a la estación fueron “los coches de Juan Francisco”, que recibían este nombre de su propietario Juan Francisco Muñoz; había algunos coches particulares que también tenían su nombre y conocía todo el mundo. Entre los cazadores era famoso el “Don Rodrigo” del doctor Salinas que era un “Ford” modelo T, al que sólo le faltaba subirse a las encinas, ya que su propietario, médico y empedernido cazador, le subía los sitios más inaccesibles y fuera de todo camino. En esta lista de antiguos vehículos, no podemos olvidar a la “Genoveva”, una camioneta carrozada para viajeros que hacía el servicio entre las minas de Aldea Moret y Cáceres, principalmente para los empleados de la Unión Española de Explosivos, a los que dejaba o recogía cuando venían a algún negocio.
Famosísimo, hasta hace relativamente pocos años, fue el “Amílcar” del relojero Daniel Santaolaria, que lo utilizaba para recorrer con él la provincia y atender a las reparaciones de los relojes de torre cuyo contrato llevaba. Lo más curioso de este coche es que, aún muy posteriormente y casi ya en nuestros días, se le solía ver por Cáceres como escapado de una revista ilustrada de principios de siglo, puesto que don Daniel, su propietario, era un hombre meticuloso que “se vestía” para conducirle con casco de cuero o gorra, bufanda y cuanto era preceptivo en los primeros tiempos del automóvil.
Valga ese recuerdo para la pequeña historia local en la que, hasta los coches han perdido ya su personalidad.
Diario HOY, 5 de mayo de 1983

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