Yo creo que es hora de hacer algo que no suelen hacer los partidos políticos,
cual es desdramatizar las elecciones. Los partidos políticos, lógicamente, están
interesados en decir que si no se les vota a ellos y sí a los oponentes pueden
legarnos toda clase de males. Esto es, si ustedes quieren, estrategia electoralista,
porque, si creemos en la democracia, el juego de los partidos es eso: un juego
en el que se turnan en el Gobierno de la nación unos grupos en cuyo interés
debe privar sobre todo la pervivencia de la nación y de la propia democracia.
Para entendernos, que salgan tirios o troyanos, los que salgan, tendrán
ocasión de, en cuatro años como máximo, llevar la nación adelante con su propio
programa y, desde luego, observados y rectificados por los que queden como oposición
que también han de tener voz y voto en ese gobierno y han de ser en cierto modo
la conciencia o la crítica de los que “manden”
—así, con letra minúscula, porque en democracia en definitiva todos tienen
parte en ese mando— hagan en el espacio de tiempo que la democracia les concede
para poner en práctica su programa.
La radicalización de las bases de tirios o troyanos entraña el peligro
de que éstas crean que no saliendo se va a armar la “marimorena”, cuando lo lógico es hacer comprender a todos que,
precisamente por el juego democrático y por aquello de “hoy por ti; mañana por mi”, no debe armarse nada. Vamos, para
entendernos, que una elección no es una guerra en la que hay que destrozar al
contrario, sino el dar ocasión por deseo de la mayoría a que uno de los
partidos reconocido por todos (que eso es democracia) ponga en práctica y en
beneficio de todos —aún de los que perdieron la elección— su programa.
De ahí que se ruegue a todos que voten. Puede, y suele suceder, que
algunos electores no se sientan totalmente identificados con lo que los
partidos reconocidos ofrecen como programa, pero algún programa habrá que se
aproxime más a su forma de pensar y por eso deben elegir, si no lo que ellos
querrían, sí lo que más se le aproxime. ¡Total va ser para cuatro años! y en
ellos se tiene que decantar la democracia posiblemente a lo que ellos tienen
ahora en pensamiento y no se les ofrece. La elección no es un enfrentamiento
guerrero; es simplemente un juego democrático en el que todos tenemos que
aceptar de buen grado el resultado. Algo así como eso de “to er mundo e güeno”, incluidos todos los partidos políticos democráticos.
Diario HOY, 26 de octubre de 1982
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