Dios me libre de decir que estoy en contra del hermanamiento de
nuestra ciudad con la ciudad gala de La Roche-sur-Yon. Lo que sí digo es que va
a ser difícil por la serie de roces de tipo internacional, y aun secular, que
nos han venido separando a los franceses y a los españoles, aunque precisamente
por esa dificultad a mí, personalmente, me parece muy bien que estos franceses
de La Roche y nuestras autoridades municipales, saltando todas estas
diferencias, traten de revivir lo que nos une y olvidar lo que nos separa,
aunque sólo sea como visión de futuro… Pero habrá dificultades, porque aún no
es agua pasada lo de la quema en Francia de camiones españoles con productos
hortofrutícolas y es ésta, práctica que suelen reverdecer cada año los
agricultores franceses en un incivismo internacional, que no acabamos de
comprender aquí. Por ello es lógico esa serie de pegatinas que las Cámaras
Agrarias españolas han lanzado con la frase de “Productos franceses, no, gracias…”, con la que van a topar nuestros
“hermanos” galos de La Roche, que están
a punto de llegar a Cáceres y aun con la reticencia preventiva de nuestro
pueblo por las negativas francesas a nuestra entrada en el Mercado Común y otra
serie de “atenciones” con que nos
distingue la nación, más hermanastra que hermana, de más allá del Pirineo. Va a
ser difícil la aventura de este hermanamiento, pero por ello me parece de
perlas que nuestras autoridades municipales, y las de La Roche, lo acometan,
porque el entendimiento y las dificultades se allanan dando el primer paso a la
comprensión y la amistad, y ese paso puede ser estos actos de hermanamiento que
aquí van a llevarse a cabo.
No hace muchos días, nuestro pueblo y nuestras fuerzas del orden se
volcaban en ayuda de un piloto francés, cuya avioneta hubo de recorrer, llevada
a brazo, varias calles de la ciudad, ante el nerviosismo del piloto francés, y
un miembro de la Benemérita le dijo: “Los
españoles somos así, monsieur. Ustedes nos queman los camiones, y nosotros, en
cambio, nos peleamos por ayudar a quien lo necesita.” Ello puede ser un botón
de muestra de la actitud, siempre positiva, de nuestro pueblo.
Y ahora, una última advertencia. Los actos del hermanamiento terminarán
el sábado en una comida de confraternidad en el Complejo Álvarez, en la que se
discurseará y se brindará lo suyo, pero ¡ojo!, porque da la casualidad que los
fines de semana hacen las pruebas de alcoholemia y sería doloroso que nuestras
autoridades y los invitados acabaran multados.
Diario HOY, 20 de noviembre de 1982
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