jueves, 14 de septiembre de 2017

El lenguaje de nuestros políticos


Igual que hay un lenguaje “cheli”, “lunfardo” o “pasota” hay también un lenguaje político que nuestros hombres dedicados a este menester deben conocer si es que quieren hacer carrera en su profesión. Solía decirse antes que a los abogados hay que hablarles claro, para que luego ellos embarullen nuestra petición. Pues bien, el político que no aprenda este lenguaje, que suele usarse en las distintas intervenciones que ha de hacer ante el público, no tiene madera política.
Vamos a proponer una serie de frases que pueden barajarse, como los naipes, utilizando al azar algunas de ellas mezcladas en el discurso o la intervención, por ejemplo: “Polarización solucionista fiscalizada”, “oposición evolucionista desfasada”, “tolerancia parlamentaria estratégica”, “función aglutinante autonómica”, “horizontalismo pinacular homogéneo”.
Bien, con estas frases, cuyas palabras pueden también mezclarse entre sí, montemos una, electoralista de latiguillo, por ejemplo:
— “Cáceres se debate en una polarización solucionista fiscalizada, buscando una tolerancia parlamentaria estratégica”… como puede sonar:
— “En Extremadura, esta región marginada, hay que buscar la función aglutinante autonómica, dentro de un horizontalismo pinacular homogéneo”.
No me dirán que ambas frases suenan mal, aunque no digan nada, aun tirando de diccionario.
Si el político es de la izquierda, principalmente socialista, dirá siempre “obsoleto”, por anticuado o desfasado y si es de la derecha empleará la frase “sin prisas, pero sin pausas”.
Hay otro fenómeno, también de suma actualidad, cual es el tildar de “electoralismo” cualquier función positiva que hayan hecho los del partido contrario. Por ejemplo, si enjuiciamos la labor del presidente de la Diputación o del alcalde, que no son de nuestra cuerda, hemos de decir: “No se hizo esa labor en bien del pueblo al que sirven, sino como expectativa electoralista buscando una clientela barata”… con lo que nos habremos quedado tan anchos y tan panchos “descafeinando” su labor —a lo mejor positiva— con lo del electoralismo, que es una palabra arrojadiza… ¿Ustedes lo entienden?.
Diario HOY, 28 de enero de 1983

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