sábado, 23 de septiembre de 2017

El navajeo político


La cosa está en el comentario de la calle que no tenemos más remedio que entrar en ella. Me refiero al caso ocurrido con el actual alcalde de Cáceres, Manuel Domínguez, apeado a última hora de las listas de A.P., que él suponía iba a encabezar y, además, en una “operación” hecha con escasos minutos de la hora de cierre de esas listas, con lo que se le imposibilitaba el presentarse por cualquier otra. El suceso es la comidilla de la calle.
La operación, para algunos comentaristas de ella, ha sido completa, porque no sólo no se le tacha de una lista, sino que hecha a ultima hora, e imposibilitándole ir en otras, se tacha de las elecciones un “verdadero enemigo” que podría haber arrastrado votos hacia la lista en que hubiera ido.
Nosotros no queremos entrar a juzgar este juego de la política que a unos puede parecer sucio, pero a otros no tanto porque, como ellos suelen decir, completando un refrán clásico: “En amor, en la guerra y en política todo es válido con tal de salir adelante”. Lo que sí decimos es que este juego, popularmente, se suele llamar “navajeo político” y los políticos experimentados, los que suelen vivir de estas cosas, lo ven muy lógico, aunque el hombre de la calle no lo ve tan lógico ya que entraña otro código ético del que el hombre de la calle suele regirse.
Hay algo que tenemos que reconocer, si no todos, muchos cacereños, y es que Manuel Domínguez Lucero —y lo decimos porque ahora sí que esto no puede tacharse de electoralismo— tiene una labor positiva realizada como alcalde durante estos años en Cáceres. Habrá tenido sus fallos, pero a mi modo de ver y al de muchos convecinos, han sido más los aciertos que los desaciertos en ella. Este bagaje de cosas podía aportar apetencia de votos hacia la lista en la que su nombre fuera y aún “distraer” votos de otras formaciones en las que no fuera. Tras esta jugada se queda en la cuneta y A.P. sabrá, tras los resultados de las elecciones, si hizo o no bien en quitárselo de encima. Son accidentes de ese código que rige el “navajeo” político que no acabamos de entender los ciudadanos de a pie. Lo que sí queda claro es que Manuel Domínguez, hombre válido y con una labor hecha, no tiene el “colmillo lo suficientemente retorcido” como para seguir en la política o en esta clase de política. Valga esto como “réquiem” por su provocada marcha.
Diario HOY, 3 de abril de 1983

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