jueves, 7 de septiembre de 2017

El “padrastro” Tajo


Hay dichos generalizados que a veces no son aplicables a todos los casos, por ejemplo, el que las civilizaciones y las grandes poblaciones se crearon a orillas de los grandes ríos. No niego que en la mayoría de los casos así ha sido, y no habrá que recordar el Nilo para afirmar esto, pero pienso yo que en algunos casos excepcionales, los “padres – ríos” fueron más “padrastros” que verdaderos padres de las poblaciones que tenían en sus inmediaciones.
Pienso yo que un caso que marca esta excepción es el de nuestro río Tajo, que en el transcurso de su historia antigua (la del río empantanado ha empezado a escribirse ahora) fue más barrera que separa que vena fluvial creadora de civilizaciones o de poblaciones en su entorno.
No sé yo si esto sucedió porque la historia de España, desde la más antigua, es una historia de guerras continuas, con invasiones de diversos pueblos que así como tomaron otros ríos, con más estuarios y aguas más tranquilas, como lugares para colonizar, tomaron el Tajo como verdadera trinchera de luchas en esa continuada guerra que en el caso de la invasión árabe duró,—con diversas intermitencias— ocho siglos.
La historia del Tajo, al menos en el tramo de nuestra región, fue la de un baluarte en el que no solían prevalecer los pueblos en él creados, por las continuas “razzias” que los pueblos oponentes hacían, y por las propias crecidas del encallejonado río que también contribuía a acabar con ellos. Para mi, esta fue la razón de que la ciudad romana de Túrmulos, a orillas del Tajo, desapareciera, como desapareció Alconétar —también a orillas de él— y de la que no quedó rastro. Para mi, nuestros pueblos —por esas razones— huían del río en vez de formarse en su entorno. Podría presentarse el caso de Garrovillas como una excepción, pero no lo es porque Garrovilas  se encaramó a un cerro, huyendo del río, como sucedió con Toledo y aun con Alcántara, próximas al río en sitios altos, pero no a la vera de él, razón por la que pienso que nuestro río fue más en lo antiguo una trinchera guerrera que un camino de civilizaciones, aparte de que fuera de antiguo navegable en tramos, pero los siglos enseñaron que no era bueno crear nada a sus orillas, fue a mi juicio un “río – coco” que suscitaba miedo, un “padrastro” y no un padre como muchos le llaman ahora. Creo que para ese prisma es como debería estudiarse nuestro río, que es excepción entre todos los peninsulares.
Diario HOY, 5 de diciembre de 1982

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