jueves, 14 de septiembre de 2017

Galería de viejos cazadores


Ahora que los perdigoneros andan a vueltas por si se autoriza o no la caza de la perdiz con reclamo, bueno será rendir un recuerdo a algunos viejos perdigoneros y cazadores cacereños que ya forman parte de la galería de recuerdos en la mente de otros aficionados que alcanzaron a conocerlos, como es mi caso.
Uno de estos viejos cazadores cacereños fue el “Tío Chile”, del que no conozco más que ese remoquete o apellido, con el que le conocía el mundillo de la caza. Era “empedrador” y tenía unos dedos tan gordos que tuvo que quitar el guardamontes a la escopeta para poder apretar el gatillo. Era impenitente aguardador nocturno de liebres y conejos y solía encontrársele en el campo, con un enorme toallero, de los antiguos de hierro, terciado en la faja y cuando alguien le preguntaba para qué llevaba ese instrumento, solía decir:
Es que me canso de pasarme toda la noche apuntando a la trocha y “nicando” el ojo y así, lo clavo y apoyo en él la escopeta.
Ni que decir tiene que, según decían, no solía “pegarle un tiro a un cerro” pero su afición era grande y hasta frecuentaba las tertulias de caza buscando novedades y “soplos” de posibles cazaderos.
Una de las tertulias típicas de los cazadores cacereños de primeros de siglo se reunía en la imprenta de don Casto Moreno, hombre muy dado a embromar a los compañeros de caza y precisamente, a raíz de la Gran Guerra cuando los alemanes comenzaron a emplear en ella los gases, dejó correr la especie de que le habían hecho representante para la localidad de una marca de cartuchos alemanes de gases, especiales para el aguardo del perdigón.
El “Tío Chile” fue uno de los que “picó” el señuelo y fue a enterarse de lo que había, para hacerse de una caja…
Oiga, don Casto —le preguntaba— y si esos gases, al disparar, matan a la perdiz que “entra en plaza”, también matarán al reclamo.
No hombre —le respondía don Casto—, porque lo que hacen es atontar a todos y pasados unos minutos vuelven a revivir, con lo que las perdices las coges vivas. Lo que pasa es que la última caja se la di a Guillén. Dile que te repase unos cartuchos… Y el “Tío Chile” peregrinó de unos a otros, hasta que cayó en que todo era una broma. Valga el tipo para la galería local cinegética.
Diario HOY, 27 de enero de 1983

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