domingo, 3 de septiembre de 2017

La aventura a las puertas de casa


Uno lo ha sufrido en sus propias carnes y tiene que contarlo porque la verdad uno no sabe si es bueno o malo. Uno, sin querer presumir, ha recorrido algo de mundo y de aventuras y hasta ha viajado al remoto Amazonas, buscando esas vivencias que pasaron nuestros antepasados, como el loco Aguirre y sus “marañones”, y uno acaba dándose cuenta de que ha perdido tiempo y dinero, porque la aventura la tiene ahí a la puerta de casa y hasta es mucho más agobiante, y aún emocionante, que las que ha podido vivir en esas tierras apartadas.
He llegado a pensar que nuestras autoridades municipales, lo hacen así, para proporcionarnos emociones por poco dinero… Pero vamos por partes.
Ayer ahí, en la puerta de casa, en la barriada de la Charca Musia, que es una barriada cacereña tan legítima como puede serlo Aldea Moret o Pinilla, me surgió la aventura más curiosa. Buscaba yo el “Desguace Paredes” para hacer un reportaje. Como ustedes saben, habían caído —como quien dice— cuatro gotas, porque llevamos —según agricultores y ganaderos, que son los que contabilizan esto— casi dos años de sequía, por lo que no era de pensar que apartados unos metros de la carretera, surgiera un lodazal, casi unas arenas movedizas, que amenazaban con tragarse el coche en que viajaba en solitario, y alrededor de él se hubiera formado un río casi tan grande como el Amazonas, pero sin barcas y sin nadie que te socorriera, Y no sé qué habrá pasado en levante, pero el barro que tiene la barriada de Musia no tiene que envidiarle nada a aquel y estoy seguro que engullido por ese légamo pegajoso, debe haber en las profundidades de cualquier calle de aquéllas algún “seiscientos” sepultado.
En fin, para no alargar más esta narración, que el coche comenzó a atascarse, como si una fuerza oculta y subterránea tirara de él hacia abajo, que uno echó pie a tierra y a poco se queda para siempre dentro de aquel barro movedizo, y que los buenos oficios de una grúa evitaron que perdiera el coche para siempre en aquellas profundidades. Al fin, puede cumplir mi cometido, y al preguntarle al de la grúa por qué no me había auxiliado antes, me respondió:
—Pues mire usted porque creíamos que era usted concejal y nos dijimos: vamos a dejarlo para que se enteren en el Ayuntamiento cómo está esto, a ver si lo arreglan.
Mi pregunta es —señor alcalde— si el mantener aquello así es para que los cacereños tengamos la aventura a la puerta de casa.
Diario HOY, 7 de noviembre de 1982

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