viernes, 22 de septiembre de 2017

La confidencia del alcalde


Confesaba ayer nuestro alcalde, Manuel Domínguez Lucero, en un momento de confidencias a los escolares que participaban en el “Día Forestal” que él suele dirigirse a los árboles y a las plantas, porque cree que son seres sensibles que, aunque no contestan, generalmente suelen tomar buena nota de lo que se les dice y hasta estimularse si se les habla o canta amablemente. Le faltó decir que a veces son más sensibles que el propio vecindario, que desoye los bandos de protección a estos seres del mundo vegetal que muchas veces mueren “con las hojas puestas” por las desatenciones que los humanos tenemos para ellos. Fue un gran ejemplo del alcalde ante esa escucha infantil, que tiene más sensibilidad de la que pensamos, y que entiende mucho mejor que los mayores que un alcalde se dirija a los árboles y les hable amablemente. Es, si se quiere, una forma hábil de estimular ese amor a la naturaleza en el niño en ese momento en que el mundo y la naturaleza, para ellos es algo mágico, hasta con sus “elfos” y “gnomos” que viven en setas y ayudan a los humanos que saben tratarlos.
A nosotros el asunto no nos ha parecido tan ilógico, ya que conocemos las pruebas que se han hecho con animales, como aquel granjero que ponía música a sus vacas y éstas, agradecidas, le daban más leche. Hemos oído decir también que algún agricultor estimulaba sus cultivos instalando unos altavoces con músicas suaves en medio de la plantación y que, al parecer, esto se traducía en unos mejores frutos… En fin, que la confesión del alcalde no es tan descabellada, aunque algún gracioso —de los mayores, claro— dijera: “No me imagino a don Manuel en charla con un árbol…”
Hola, alcornoque —dicho sea sin ánimo de ofender—. ¿Qué “corchos” haces ahora?
Más que corcho —le respondería— fabrico bellotas, aunque con la falta de ganadería extensiva no sé para qué las hago… Porque los árboles deben entender mucho de campo.
Pero los que podemos tomarnos a pitorreo la charla del alcalde con el mundo vegetal somos los mayores, porque los niños —y esto es lo curioso— se tomaron la confidencia muy en serio. Sólo cabe decir que es agradable que de vez en cuando alguien, aún con una autoridad municipal, sepa ver el mundo con ojos de niño, que yo creo que es lo que nos viene faltando a los que nos llamamos mayores.
Diario HOY, 25 de marzo de 1983

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