En Guadalupe, el Santo Padre, con muy buen sentido, dedicó la mayor
parte de su homilía a los emigrantes y la emigración. A mi modo de ver fue un
acierto, porque la gran historia de Extremadura está montada principalmente
sobre la emigración, aunque algunas de nuestras emigraciones las hayamos
cubierto de glorias y laureles.
¿Qué fueron, al fin y al cabo, nuestros conquistadores, más que
emigrantes con espadas? El fenómeno de que de Extremadura salieran la mayoría
de los conquistadores que dieron gloria a España y que asentaron las bases de
una cultura, un imperio y una evangelización de la que hoy son consecuencia los
más de veinte países que conforman la Hispanidad, se debe a esos emigrantes de
su tiempo a los que hemos llamado conquistadores.
Cierto que el que se nombrara gobernador de la recién descubierta América
a un cacereño como Frey Nicolás de Ovando hizo que sus deudos, familiares y
paisanos fueran los que primero se apuntaron a esa empresa de conquista,
colonización y evangelización del Nuevo mundo, pero es cierto también que los
que se inscribieron en esa aventura fueron principalmente los desheredados de
la fortuna, los que aquí no tenían más salida que emigrar en busca de una mejor
situación de la que podían conseguir en su tierra. Entre esa gran masa fueron
muy pocos los hidalgos acomodados, los primogénitos de las grandes fortunas,
los clérigos con prebendas o sinecuras, que marcharon a las tierras recién
descubiertas, sino los que no tenían trabajo u ocupación, por segundones de
casas grandes o no ser ni eso, buscaban un acomodo, una ilusión y una esperanza
que aquí, en la Extremadura de entonces, no podía dárseles Que luego
conquistaran y evangelizaran medio mundo para España y la Iglesia es harina de
otro costal, y aun el que algunos de ellos volvieran más ricos e importantes
que los que aquí se quedaron.
Saltando en el tiempo, es el mismo fenómeno de nuestros emigrantes
actuales, aunque, como dijo el poeta, “no
hay ya princesas que cantar”; pero los casos son paralelos, y entonces y
ahora muchos se quedan en el empeño. El que triunfa gusta de volver a su pueblo
“fardando”, ahora con automóviles
magníficos, entonces con títulos y honores y “plata”, pero en el fondo de unos y otros está el hombre que marchó
desheredado y huérfano de fortuna, porque los que la tenían no pudieron o no
quisieron prestarle ayuda. Aún revestida de leyenda, la emigración ha sido el
gran dolor de Extremadura y el Santo Padre ha sabido poner el dedo en la llaga.
Diario HOY, 5 de noviembre de 1982
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