domingo, 3 de septiembre de 2017

La historia del cementerio


Ahora que se aproximan las fechas de Santos y Difuntos, en las que los cacereños observan las piadosa y tradicional práctica de bajar al cementerio, no solo a rezar a sus seres queridos, sino a asear los nichos y sepulcros familiares, es buena ocasión para hablar de algunas curiosidades de nuestro cementerio municipal. Dicho sea con perdón de los supersticiosos que cruzarán los dedos al oir hablar de estos temas. Las fechas son propicias y vamos a ello.
El cementerio actual no fue el primero que hubo en Cáceres, donde la práctica tradicional era enterrar dentro de las iglesias y alrededores de ellas. Todavía, en las traseras de la de San Mateo, hay lápidas sepulcrales, y hasta en una piedra de la esquina de la Casa del Sol, puede leerse la palabra: “Cementerio”.
También en la traseras de Santa María, en la iniciación de la calle de la Amargura, esquina a la de Tiendas, precisamente en la casa de los Carvajales que comprara hace años don Álvaro Cavestany, existía otra lápida igual que mandó picar don Álvaro, porque a su esposa —según me dijo— no le gustaba tener tal cartel en casa.
Antes de hacer este cementerio, hubo proyecto de hacer otro en el camino viejo del Casar, cerca de la Fuente de las Arañas, pero al parecer no se realizó. El actual, lo hizo la Junta de Beneficencia y pertenecía en principio a la Diputación (como la propia Junta), Su primer reglamento data del 20 de diciembre de 1844 y, por él podemos enterarnos que, en aquel entonces, un sepulcro en propiedad valía 640 reales. El cementerio pasó después a propiedad municipal en la que sigue. Han corrido por Cáceres, de antiguo, ciertos bulos y leyendas sobre que el primer enterrado en dicho lugar fue un ajusticiado, aunque lo cierto es que los primeros retos mortales que se trasladaron al nuevo cementerio (inaugurándolo, como podríamos decir) fueron los de don  Juan Durán de Figueroa y su esposa, que estaban enterrados en el desaparecido convento de la Concepción del que eran protectores, decidiéndolo así la Junta de Beneficencia en consideración a que muchas de las piedras de cantería —sobre todo labrada— del antiguo convento, fue la que sirvió para hacer la capilla del actual cementerio. Ya hemos dicho, en ocasión anterior, que la imagen de mármol de la Virgen de la Estrella, que hay en las traseras del ábside de esa capilla, fue la que el obispo Velunza tenía para colocar sobre el arco de la Estrella, y al no consentírselo el Ayuntamiento, los excomulgó, aunque esto es ya historia contada. Valgan esas curiosidades como anecdotario de ese lugar, tan visitado estos días.
Diario HOY, 31 de octubre de 1982

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