martes, 19 de septiembre de 2017

Las barcas de Alconétar


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Hay algunas historias del Cáceres próximo que, con estar cerca de nosotros en el tiempo, están casi olvidadas o dispersas. Una de ellas puede ser las de las barcas de Alconétar. Precisamente en la curiosa exposición que Juan Ramón Marchena ha hecho de fotografías antiguas de Cáceres, figuraba una de estas barcas, en las que pasaba el río el que fuera obispo de Coria, don Pedro Segura Sáez; algún cacereño actual se asombraba que sobre el Tajo, viniendo de Salamanca, no hubiera puente hasta entonces y hubiera que pasar el río en estas enormes barcazas. Pues bien, vamos a dar unas ligeras noticias sobre estas barcas, que duraron en el Tajo hasta 1927, en que se construyera un puente de cemento que ahora, como todo el conjunto de Alconétar, está bajo las aguas del pantano de Alcántara.
Cierto que existían las ruinas de un puente romano, “la puente Mantible”, que está sacado y reconstruido en la cola de este pantano como monumento recordatorio, pero fue destruido desde muy antiguo, pues en 1397 se habla ya de las barcas de Alconétar.
Esta barcas pertenecían a la casa ducal de Alba de Liste, que las arrendaba por años completos y que según documentos, en 1536 cobraba por ellos unos mil ducados de plata, que podían entregársele en ganado. En estas barcazas, que eran unos tremendos armatostes planos, como balsas, cabían hasta cuatro carros con sus caballerías, pero en épocas de riadas eran peligrosas de manejar, hasta el punto que el rey Felipe II mandó construir un puente de madera sobre los restos del viejo puente romano, pero duró esto poco, ya que se lo llevó una riada y hubo que volver a las barcas. Hay reseñas y crónicas de accidentes ocurridos en ellas, como el del propio rey Juan II, que lo sufrió, ahogándose 40 personas, entre ellas dos caballeros de su séquito. El primer puente que hubo practicable en tiempos modernos fue el del ferrocarril, que por cierto se hizo sobre planos del famoso Eiffel, que aunque permitía el paso de personas y trenes, no permitía el de otros vehículos, por lo que las barcas estuvieron vigentes hasta 1927, en que se hizo el de cemento que hemos recordado.
En su época, este puente fue un verdadero acontecimiento y ahora ha muerto ahogado por las aguas, sin pena ni gloria, y lo que es más triste, sin que nadie haya contado aún su historia.
Diario HOY, 6 de marzo de 1983

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