miércoles, 6 de septiembre de 2017

Los anfitriones son los cronistas


Una cosa es llamar a la puerta y otra, bien distinta, levantarse a abrir. Pues bien, más o menos esto fue lo que pasó con nuestra “ventana” de ayer, que equivocamos los términos y pusimos en la apertura de la puerta a quien está sólo llamando. Para decirlo más claramente: que no es nuestro alcalde el que da la pantagruélica comida de Guadalupe a los cronistas españoles, reunidos en congreso en Cáceres, sino que son los cronistas los que han invitado al alcalde y hecho la investigación sobre ese famoso menú en los archivos de Simancas.
Vista así la cosa, el asunto tiene otro color para nosotros que roza el atentado. Don Manuel, el alcalde, por todas esas pachucheces —fingidas o reales— que están tan de moda, creemos (no podemos afirmarlo, pero lo creemos), que no toma sal, ni bebe alcohol y lleva un régimen estricto como el que llevamos muchos españoles, no sé si porque a esto de los regímenes estamos muy acostumbrados, ya que durante 40 años tuvimos el nacional-sindicalista, o porque están de moda.
Lo que pasa es que ahora hay mas libertad, porque antes ese régimen citado lo teníamos que seguir todos, pero ahora no. Ahora unos eligen el de adelgazar, otros de la tensión, otros el especial para diabéticos, en una verdadera democracia de regímenes que son las envidia de toda Europa y parte de América.
Pero nos apartamos del tema, que es que los anfitriones son los propios cronistas que han invitado, entre otras muchas personas, a nuestro alcalde. Ya veremos si se atreve a pasar la prueba fiando en su juventud, o se limita a ver pasar los platos pidiendo una merlucita a la plancha  un postre, como hacemos muchos en comidas menos complicadas y peligrosas. Nuestro alcalde es valiente y a lo mejor se atreve, porque lo que no dicen las crónicas es lo que pasó a los portugueses, tras de comerse los treinta y tantos platos que les ofreció Felipe II, en aquella memorable primavera de 1580. Téngase en cuenta que este Rey era un tanto complicado y a mi no me quitan de la cabeza el que la posterior independencia de Portugal pudo partir de los efectos de la digestión de aquella memorable comida… En fin, que la comida la han confeccionado los propios cronistas y allá ellos si se “autosuicidan” de esta agradable manera.
Lo que si sigue en pie es lo del bicarbonato.
Diario HOY, 27 de noviembre de 1982

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