miércoles, 6 de septiembre de 2017

¡Qué malos son los ricos!


Yo no sé si el público en general ama lo morboso o es a nuestro público de aquí al que así le sucede. Digo esto por la popularidad que está alcanzando, al menos en nuestra ciudad, la nueva serie televisiva que se da los martes y que bajo el título de “Dinastía” ha venido a sustituir al malísimo J.R. y a quedar pequeña la popular serie “Dallas”. La gente comenta y no acaba los sucedidos que cada martes nos trae el guión, en el sentido de que son personajes tan faltos de ética y moral que están quedando como a un ángel al mayor de los hijos del propietario de “Southfork” que, al lado de ellos, es una verdadera hermana de la caridad
“¡Qué malos son estos ricos norteamericanos del petróleo!”, nos comentaba un sencillo cacereños de los que se traga esta serie de cabo a rabo. En general esa es la consecuencia que suele sacar la gente sencilla.
Pienso yo que en el fondo de cada gente sencilla hay un morbo que se complace en saber que los ricos son malos a rabiar, por aquello de que si les va bien en la vida deben tener también su calvario y se conforman —nos conformamos— con nuestra pobreza sabiendo que a los ricos les va tan mal con su riqueza.
Esta es una constante de todos los tiempos y de ahí el éxito popular de los “folletones” que publicaban los antiguos periódicos, como por ejemplo aquellos titulados “Elisa, la mártir”, en la que una pobre chica pasaba los kiries por lo mal que la trataba la sociedad en que vivía. En ese mismo contexto podríamos incluir las series radiadas “Simplemente María”, “María de los Dolores”, o el “Ángel de Sevilla” y, dentro del teatro, todo aquel que nos trajo en tiempos con las lógicas exageraciones del mismo tipo, Doroteo Martí, que siendo un pésimo actor se hartó de ganar dinero en los escenarios por la serie de atrocidades e injusticias que sufrían los personajes que representaba. Lo que pasaba es que entonces era un duque o un aristócrata el que engañaba a la pobre chica de servicio, haciéndola un hijo y abandonándola en el arroyo. Ahora los malos son los ricos del petróleo y todos acabamos teniéndoles un odio tremendo y alegrándonos de que en el fondo la hija les salga ligera de cascos, la mujer se la pegue y el niño le salga “gay”, como sucede ahora en “Dinastía”.
Yo no sé si estas series las hacen los propios ricos para que nos conformemos con nuestra pobreza y no tratemos de quitarles el negocio, pues me da a mi en la nariz que debe suceder algo de esto.
Diario HOY, 28 de noviembre de 1982

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