sábado, 9 de septiembre de 2017

Un recuerdo a los judíos cacereños


Hay unos hechos poco divulgados de la historia local de Cáceres que en forma novelesca o de leyenda han llegado hasta nosotros.
Se refiere al trauma que a la población cacereña le produjo la expulsión de los judíos, cuando fue decretada para todo el territorio nacional por los Reyes Católicos. No vamos a entrar en si la medida a nivel nacional fue o no política, sino simplemente en la repercusión que en el ambiente local suscitó esa medida.
Se daba el caso de que los judíos cacereños eran bien estimados en nuestra villa por ser gentes trabajadoras que nunca habían creado problema alguno. Es más, llega a afirmarse que el último rabino cacereño, que por cierto llevaba el título de “don”, lo que ya era una distinción para esa época, don Sayas Cohen, era hasta asesor de nuestro Concejo municipal y muy estimado entre los nobles y el pueblo de Cáceres por lo que la orden general de expulsión cayó mal en nuestro pueblo.
Se cuenta que el propio Concejo gestionó ante los reyes el que los judíos de Cáceres fueran excluidos del decreto de expulsión, alegando todas esas razones de ser unos buenos trabajadores y unos excelentes convecinos, pero todo fue en vano. La orden era general para todo el territorio y reinos españoles y hubo que cumplirla.
Cuenta el historiador local, don Publio Hurtado, en una de sus novelas que se basa en muchos hechos históricos ciertos, que una hija del rabino, bella como pocas, tenía amores con un caballero cacereño de la familia Golfín, lo que le da pie para novelar una verdadera historia de amor al estilo de “Romeo y Julieta” de la que, apartando lo imaginativo, nos da un panorama de lo que pasó en aquel entonces.
Para Cáceres y los cacereños fue un disgusto el tener que cumplir esa orden de expulsión, pero había que acatarla.
Las aljamas judías de nuestra provincia se fueron concentrando en el Cerro de Cabezarrubia, para emprender su marcha a Portugal, primer lugar que eligieron como exilio y es tradición que nuestro Concejo fue a despedir a la aljama de judíos cacereños a dicho lugar produciéndose las lógicas escenas de dolor en esta separación, no deseada pero impuesta… No sabemos si esto es tradición o historia, pero no está mal el conocerla.
Diario HOY, 17 de diciembre de 1982

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