viernes, 8 de septiembre de 2017

Una lanza a favor de las tabernas

“Vive Dios que no lo sé
si es o no cosa moderna,
pero venturosa fue
la invención de la taberna.”
Esta es una cuarteta clásica que figura aún en algunas de las pocas tabernas que nos van quedando en las ciudades españolas, donde —no sé por qué moderna imitación a lo extranjero— estamos tratando de sustituir tan rotundo nombre por otros nombres foráneos como “pub”, “nic-club”, etc., despersonalizando algo que alcanzó fuerte personalidad.
Se da el caso curioso de que mientras aquí estamos desterrando este nombre, en el extranjero este nombre, en el extranjero este nombre español está tomando arraigo en un trasvase en ambos sentidos. En Londres, en Nueva York y en algunos otros puntos del extranjero hemos visto anunciadas a bombo y platillo “tabernas españolas” y hasta mezcla de este rotundo nombre de nuestras casas de vino con otros en una alianza curiosa. En Londres recordamos por ejemplo una “taberna griega”, y en Nueva York, en una de las más céntricas avenidas, otra que llevaba el curioso nombre de “Taberna Flamenca Valenciana”, y ejemplos de estos los hay en grandes cantidades.
Este mismo fenómeno se viene dando en nuestra ciudad, donde se abren nuevos establecimientos que, aparte de llevar un nombre extranjero más raro que el de bar, que ya está arraigado, comienza a organizarse de manera “snobista”, que no acaba gustando a nadie. Nuestras tabernas tienen un historial clásico de servicios más acomodado a nuestros gustos, que están reflejados hasta el refranes como “ya que no bebo en la taberna, huélgome en ella”, que quiere decir que estos establecimientos eran no sólo lugares de venta de bebidas, sino lugares de convivencia social hechos a nuestra medida, que es una pena se desarraiguen por otros extranjeros que no aportan nada a esta convivencia.
Tabernas clásicas en Cáceres, de grata recordación por lo dicho, fueron “Jerte”, “El Gordo”, “La Catalana”, la de  Patete”, la de “Caralápiz”, la de “Luciano” y muchas otras, donde se bebía, se comía o se charlaba, porque no importaba tanto lo que se bebía o comía como la convivencia que en ellas se realizaba.
Ahora aquí, el poner taberna a un establecimiento, nos llega a parecer hasta grosero cuando la corriente generalizada en el mundo es copiar este invento español. En fin, que lo que nos falta es imaginación para, conservando el nombre y lo bueno que la taberna ha aportado, modernizarla sin recurrir a lo extranjero.
Diario HOY, 12 de diciembre de 1982

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