sábado, 14 de octubre de 2017

A propósito del Tenorio


Me agradó a mí el que la televisión haya resucitado la práctica, ya perdida, de representar el “Tenorio” al filo de la celebración de los Santos Difuntos. Por ello, vi con agrado la reposición que se hizo en la pequeña pantalla, aunque algunos aspectos no me agradaran del todo, como podría ser la forma de hablar, de “medio mariposo” que tenía el Capitán Centellas, matador de don Juan.
La verdad es que, aunque me sé el “Tenorio” completo —como casi se lo saben los españoles de mi tiempo— la verdad es, repito, que yo he sido un poco coleccionista de raras representaciones de él entre las que podría citar la que, tomando pie de una teoría de Marañón sobre la indiferencia sexual de don Juan, se dio en Madrid siendo protagonista —en el papel de Don Juan— nuestra Ana Mariscal. Pero el anecdotario del “Tenorio” es tan amplio y se ha representado tantas veces por compañías de cómicos y aficionados, que habría para llenar un libro con aspectos chuscos sucedidos en estas representaciones. Por citar, voy sólo a citar dos vividas por mí casi cuando era niño. La primera de ellas sucedió en la localidad cacereña de Casatejada, donde llegaron unos cómicos de la legua que pidieron permiso para hacer una de esas actuaciones en las que había que llevar la silla de casa. La compañía era muy exigua, ya que la formaba sólo una familia que componían tres miembros: el abuelo y un matrimonio en el que, además, ella estaba embarazada de bastantes meses. Pues bien, el pueblo se empeñó en que les pusieran “El Tenorio”, y la compañía no tuvo más remedio que ponerlo, aunque ustedes pueden figurarse la reforma en profundidad que tuvieron que hacer al librero, que no hubiera conocido el propio Zorrilla. Otra representación singular la vi en la comarca de Logrosán, donde pusieron la obra un grupo de aficionados y con ropas y armas prestadas, En ella, cuando don Juan tiene que matar a don Luis Mejía, a la espada del primero le dio por no salir de la vaina por lo que éste, tras varios intentos fallidos, optó por dar una patada en el culo al tal don Luis que cayó al suelo fulminado y exclamando, ante el asombro de la concurrencia: “¡Bandido, me has matado, tienes la bota envenenada!”… lo que salvó la representación, porque nadie se había ocupado de ver si la espada estaba oxidada, suscitando la salida del lógico aplauso del público.
Diario HOY, 3 de noviembre de 1983

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