lunes, 9 de octubre de 2017

Costumbres trasnochadas y peligrosas


Hay costumbres en nuestros pueblos que están trasnochadas y que por lo peligrosas que pueden resultar ahora debemos desterrarlas, aunque cueste trabajo hacerlo.
De ello hablábamos con el jefe provincial de Tráfico, que nos señalaba el número de víctimas que cuesta esa costumbre tradicional de pasear por la carretera. Hay infinidad de peatones que pierden la vida por seguir esta tradición y porque la carretera ya no es lo que era.
Bien es verdad que los nuevos trazados de carretera, están por evitar la entrada en las poblaciones, realizando una circunvalación de las mismas lo que, de momento, evita estos accidentes o los aminora, porque la verdad es que una vez hecha esta circunvalación, la población —indefectiblemente— trata de crecer alrededor de ellas y vuelve a envolver la carretera de ronda con lo que a la larga el haber sacado la carretera de la población sirve sólo para unos años.
Tenemos casos que podríamos citar como ejemplo: Navalmoral, donde hace años se circunvaló el centro con nueva carretera, pero hacia ella han girado industria y comercio que se han instalado ya en este nuevo tramo que en poco tiempo volverá a quedar en el centro, y además, en la mayoría de los casos, los vecinos gustan de pasear por el nuevo tramo de carreteras, olvidando que se hizo para evitarles peligros.
Yo recuerdo lo que en Cáceres capital costó el hacer ir por las aceras a los peatones y muchos recordarán que, no hace tanto, el paseo se establecía por medio de la calzada a su paso por Cánovas, estando el parque y los acerados laterales con muy poca gente. Es más, lo verdaderamente popular, era pasear por el tramo de la carretera, aunque —dicho sea de paso— había entonces tan poca circulación que a los pocos automóviles que pasaban, se los sorteaba buenamente y hasta se los insultaba por venir a molestar, cuando en realidad el peatón era el que había invadido la parte destinada al vehículo. Se daba el caso, y muchos de entonces lo recordarán, que a los tramos del paseo y a las aceras, se llamaba el “acerado de los cursis”, porque sólo una minoría los utilizaba y hasta era de mal tono el no ir por el centro.
Esto costó Dios y ayuda el desterrarlo y al fin se logró a base de tener a guardias dedicados a prohibir la práctica tradicional, como costó lo suyo el hacer a los cacereños ir por las aceras y no por el centro de las calles.
Pues bien, esta misma tradición se viene manteniendo en nuestros pueblos, aunque reconozcamos que en muchos de ellos no hay otro sitio cómodo para pasear. Pero la tradición está costando muchas vidas y, con más frecuencia de la que parece, salta a las páginas de sucesos el caso de peatones atropellados en las travesías de nuestros pueblos que también se ven más cargados de tráfico que lo estuvieron antes.
Por todo ello es oportuno dejar la vieja tradición y evolucionar, también en las costumbres, con lo que es más práctico para cada momento. En fin, en cada lugar son las autoridades las que tienen que tomar la iniciativa aunque se vaya a “contrapelo” de lo que siempre se hizo… el salvar alguna vida, bien que lo merece.
Diario HOY, 25 de agosto de 1983

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