miércoles, 25 de octubre de 2017

De la próxima no se libra nadie


El tema trasciende de lo local, pero como al final nos afectará a todos, creo que es razón que lo tratemos y nos vayamos haciendo a la idea. La próxima guerra mundial va a ser un poco la “guerra de las galaxias” que hemos visto más de una vez en el cine.
El presidente Reagan, de Norteamérica, acaba de decir algo de ello en un discurso, en el que anuncia el establecimiento de una estación permanente en el espacio en la que, se dice, habría hasta misiles. A nosotros, los ingenuos, los hombres de a pie del resto de las naciones del mundo, que no son más que peones en el tablero de ajedrez que juegan las dos grandes potencias del mundo, nos tocará cargar con los trastos rotos, de lo que se nos venga encima desde el espacio.
Hasta ahora, hemos estado pensando que la llamada “carrera del espacio” de los dos grandes era algo limpio y asépticamente científico: satélites de comunicaciones, satélites meteorológicos o pruebas para explorar el universo externo que nos circunda, en las que la ciencia se impondría al deseo atávico de matarnos unos a otros. Pero lo malo de lo científico es que una vez conocido, comienza a dársele vueltas para ver cómo puede empleárselo en destruir a los otros. No era esa una carrera limpia, sino que tenía la secuela de ver cómo desde el espacio se podía dominar lo de abajo, lo otro era simplemente tapadera
Hay que reconocer que ésta ha sido la tónica de todos los inventos históricos que comenzaron sólo por ciencia: la pólvora se inventó en China como entretenimiento para los fuegos artificiales; el barco de vapor como un ensayo para burlar el aire o el remo; el submarino como una conquista científica para bajar a las profundidades; luego pólvora, barcos y submarinos se emplearon para matarse entre unos y otros, y la conquista espacial no puede por menos que seguir los mismos trámites.
Por ello pienso yo que toda esa discusión del desarme, de la no nuclearización, de poner o no misiles en Europa, es más una cortina de humo de las grandes potencias, porque si nos las van a poner en esas plataformas espaciales la seguridad de los que estamos debajo se nos ha ido al garete, aunque usted esté en Pescueza —pueblo tranquilo— o en Cáceres o Badajoz, no menos tranquilos que Pescueza. Ya ven cómo el tema también puede afectarnos.
Diario HOY, 28 de enero de 1984

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