martes, 24 de octubre de 2017

Explicar lo inexplicable


Eso que el pueblo nombra “la llamada de la sangre”, que tanto salía a relucir en los antiguos novelones, por el que una persona se sentía inclinada hacia otra por unos vínculos familiares que desconocía, creo yo que existe entre las naciones, la ciudades y los pueblos, porque debe existir una soterrada “memoria generacional” que adivina unas relaciones que existieron, aunque las desconozca en detalle, históricamente. Creo que esto pasa con España y los pueblos de Hispanoamérica y seguirá pasando aunque borráramos la historia común y vínculos que nos unieron. El pueblo, a nivel de gente de a pie, siente una inclinación —“una llamada de la sangre”— hacia lo que fueron sus raíces aun sin tener unos conocimientos de la historia pasada. Hay corrientes de amor y afecto que no hace falta explicar, pero están ahí.
Eso existe entre naciones, pero también a niveles más bajos, a niveles de ciudades y pueblos, y a veces no se sabe por qué sienten una simpatía unos con otros, o bien lo contrario, antipatías, que tampoco se explican. Pero una cosa y otra, si se bucea en los antiguos vínculos, suelen tener un origen explicable.
Descendiendo ya al ejemplo, habría que explicar por qué existe una simpatía de este tipo entre Cáceres y Mérida, simpatía y tolerancia que ha existido siempre, aun con avatares históricos distintos y aun estando estas dos ciudades enclavadas hoy, administrativamente, en provincias distintas. Porque hay que reconocer que un emeritense “cae” bien en Cáceres y un cacereño suele “caer” bien en Mérida, No quiero hablar del presente, como es el apoyo de Cáceres a la capitalidad en Mérida, porque la cosa viene, a mi juicio, de mucho más antiguo, aunque ambos pueblos a  nivel del hombre de la calle desconozcan las vinculaciones históricas con detalles, pero la memoria generacional las adivina.
Creo yo que todo ello parte porque la fundación de Mérida se hizo de antiguo, según consta en documentos, con “los soldados eméritos de Norba”, aquellos soldados romanos veteranos (eméritos) que existían ya en la antigua colonia Norba (Cáceres), a los que se les repartieron nuevas y más ricas tierras al lado del Guadiana, ya que las de aquí eran bastante más pobres.
Este vínculo histórico soterrado —y aun olvidado— debió seguir con los siglos, y en los primeros tiempos del cristianismo vuelven a afianzarse con el martirio de Eulalia, emeritense y cacereña, porque vivía en las inmediaciones de Cáceres, en el pago Pociano, y ello vuelve a unir a las dos ciudades en la devoción a la santa, aunque allí se la llame Eulalia y aquí Olalla. Después debieron continuar con unos vínculos geográficos, como era la llamada “ruta de la Plata”, que unió por siglos lo que fue capital de la Lusitania con las tierras cacereñas dependientes de ella, estableciendo unas corrientes en ambos sentidos, etc., etc.
Puede que la explicación algunos no la consideren correcta, pero yo me lo explico así, y así se lo cuento, aunque les parezca un novelón.
Diario HOY, 26 de enero de 1984

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