viernes, 20 de octubre de 2017

Las construcciones ilegales


Se extrañaba el concejal José María Saponi, en el último pleno municipal, de que el Ayuntamiento tuviera que tomar el doloroso acuerdo de demoler una nave industrial ya construida, en las inmediaciones de la Central Lechera, por no tener los oportunos permisos y estar en zona verde, cuando en pleno anterior se había tomado el mismo acuerdo con otra, construida también ilegalmente, en las inmediaciones de la Charca de Musia.
Pensaba el concejal que menos doloroso era el haber parado la obra a tiempo, convenciendo al promotor de que no siguiera adelante con ella, y se le demostró, hasta la saciedad, que en este caso el Ayuntamiento había estado insistiendo con él —desde que comenzó el cimiento—, en que no siguiera adelante con la obra, sin hacer caso el mencionado promotor, al que ahora se le obligará a demolerla y, de no hacerlo, será el propio Ayuntamiento quien lo haga, pasándole el cargo del gasto.
Ignora el concejal, e ignoran muchos cacereños, que en Cáceres —de antiguo— existe una picaresca, por parte de algunos promotores desaprensivos, de ir a los hechos consumados, sabiendo que una vez construida la obra ilegal el asunto se quedará en una simple multa que legalizará la situación anormal, para la que no se hubieran obtenido los oportunos permisos, caso de solicitarlos.
Hay muchas historias de éstas y nos parece muy bien que el actual Ayuntamiento haya decidido que esta picaresca se termine, porque además lesiona a los observantes de la ley.
Podríamos contar una larga historia de un promotor de casitas en el barrio de San Roque, que hizo un montón de ellas de este modo, legalizándolas con la multa, enriqueciéndose con el arriendo y, cuando el Ayuntamiento tomó el acuerdo de expropiar todas estas casas próximas a la muralla, cobrando expropiación de algo que se había construido ilegalmente.
Queremos decir con esto que aquí ha habido muchos promotores “listos” de este tipo, haciendo un lucrativo deporte del incumplimiento de la ley, y que ya es hora de que un ayuntamiento ponga coto a esta picaresca que se hace, no por ignorancia de la ley —como suponía el concejal— sino con toda intención de saltársela a la torera.
Diario HOY, 20 de diciembre de 1983

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